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A un año del primer deceso por COVID-19 en México (tercera parte)

Hoy se cumple un año desde que fue registrada la primera víctima fatal de Covid-19 en México. En realidad habrían sido tres hombres los que fallecieron aquel día, solo que la centralización de los laboratorios autorizados para hacer pruebas, y defectuosas cadenas de comunicación, bloquearon la oportuna confirmación.

El 18 de marzo de 2020 un hombre murió en un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social en Gómez Palacio, Durango, pero no se supo porque la prueba no había regresado positiva de la Ciudad de México.

Ese mismo día, un hombre de 74 años falleció en el Hospital General de Zona No. 46 en la Comarca Lagunera. La muestra para la prueba de covid-19 se le tomó a las 10 de la mañana y se envió al laboratorio del hospital La Raza del IMSS en la Ciudad de México. A las 12 del mediodía murió.

Pero la historia de la epidemia de Covid-19 en México registra como la primera víctima mortal del virus a un hombre de 41 años con diabetes internado en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias de la Ciudad de México, que falleció ese mismo 18 de marzo a las 16:24, según su certificado de defunción compartido con periodistas.

Aunque pareciera irrelevante determinar dónde murió la primera víctima del Covid-19, el caso ilustra los problemas registrados con la aplicación de pruebas, particularmente fuera de la ciudad de México, y el riesgo que ha existido en hospitales por el ingreso de pacientes con Covid-19 cuyo diagnóstico preciso tarda varios días, por la forma en que la Secretaría de Salud centralizó la aplicación de pruebas.

La diferencia entre las primeras víctimas de la epidemia en México es que uno estaba en el hospital del INER, que tiene ahí mismo un laboratorio certificado para hacer pruebas de covid-19 con resultados en un par de horas, y que permitió a los médicos tomar las medidas adecuadas para su tratamiento y aislamiento.

Los otros estaban a miles de kilómetros de la capital, sin conocer el resultado de sus pruebas, porque el Seguro Social enviaba las muestras de sus pacientes sólo a laboratorios en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, al no haber autorizado a los gobiernos estatales hacerlas en sus laboratorios.

El 18 de marzo por la noche, la Secretaría de Salud consignó en un mensaje en twitter el hito histórico: “Hoy en México falleció la primera persona con #COVID19. Inició sus síntomas el 9 de marzo y padecía diabetes. El Secretario de Salud expresa sus condolencias a sus familiares. Descanse en paz”.

Ni en la Secretaría de Salud ni en el Seguro Social sabían que la primera muerte mexicana de esta pandemia estaba en el Hospital 46 del IMSS en Gómez Palacio, porque cuando se emitió ese mensaje la muestra del paciente estaba en una caja, apenas en camino a un laboratorio. Cuando lo supieron y anunciaron el fallecimiento, nunca aclararon que no se enteraron en tiempo real ni corrigieron la cronología.

Pero la diferencia en la prueba no es sólo una cuestión de logística y registro de los casos. La tardanza en el caso del hospital No. 46 Gómez Palacio, como ocurre en hospitales de todo el país, puso en riesgo a decenas de trabajadores de la salud y sólo una combinación de suerte, tragedia y la oportuna intervención de una doctora de Urgencias evitó un contagio masivo como el que por esos mismos días se estaba gestando en Monclova, 330 kilómetros al norte de La Laguna.

Esta investigación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad se basa en testimonios de médicos del hospital No. 46, incluyendo aquellos que tuvieron contacto directo con el paciente fallecido, y revela cómo la lentitud en la forma en que el IMSS procesaba las pruebas de covid-19 en sus hospitales contribuyó a un registro tardío de casos, e impidió a sus trabajadores tener certeza sobre las medidas de precaución a tomar con sus pacientes.

Dos Muertes

A las 5 de la tarde del martes 17 de marzo un hombre identificado sólo como José AT, de 74 años y con problemas de hipertensión arterial desde hacía década y media, llegó en una ambulancia de la Cruz Roja al área de Urgencias Hospital General de Zona No. 46 del Seguro Social en Gómez Palacio, Durango, con problemas para respirar. Según uno de los médicos que lo recibió, su saturación de oxígeno en la sangre era un severo 60%, muy por debajo del 95% que es lo normal. 

Mientras lo preparaban para valoración, la doctora Dulce Quiroz, urgencióloga del hospital, conversaba con el paramédico de la Cruz Roja que llegó en la ambulancia y éste le dijo que el paciente había comentado que recientemente regresó de Estados Unidos.

En ese momento, la doctora Quiroz gritó la orden de que nadie se acercara ni tocara al paciente. Fue una reacción de instinto pues, aunque en La Laguna sólo se había confirmado un caso en esa fecha, varios médicos de la región ya estaban tratando como covid-19 a cualquier persona que tuviera cuadro respiratorio y antecedentes de viaje, porque ya sabían de la lentitud y poca disponibilidad de las pruebas.

El problema en ese momento era que un enfermero ya le había tomado los signos vitales al paciente sin la protección adecuada, y las personas que lo atendieron en la Cruz Roja tampoco habían tomado precauciones para un caso así.

Luego llegó otro dato preocupante: el paciente había estado en ese mismo hospital en esa misma área dos días antes para tratar una insuficiencia respiratoria que fue diagnosticada como una infección y no había dicho nada sobre un viaje a Estados Unidos.

José había regresado de Los Ángeles el 3 de marzo. Una semana después empezó a sentir malestar, mareos y problemas para respirar. En una consulta privada se le diagnosticó infección de garganta, pero el domingo 15 acudió al hospital 46 del IMSS donde fue estabilizado y se recuperó gracias a que se le administró oxígeno. Se le diagnosticó infección en las vías respiratorias. En el hospital tuvo contacto con al menos cuatro personas.

Ese mismo día, un trailero que había estado recientemente en Estados Unidos, ingresó con neumonía al hospital de zona No. 7 del Seguro Social en Monclova, Coahuila.

José dejó la clínica 46 de Gómez Palacio el mismo domingo 15, después de recuperar energía y capacidad para respirar, pero el martes 17 su condición empeoró. Fue a una consulta a la Cruz Roja de Gómez Palacio, donde decidieron trasladarlo en ambulancia al Seguro Social, ya con una mascarilla de oxígeno para ayudarle a respirar.

Después de que la doctora Quiroz expresó la primera sospecha de un cuadro de covid-19, se advirtió a los trabajadores del hospital que estaban cerca la necesidad de tomar precauciones. También se advirtió a los familiares y a los paramédicos de la Cruz Roja y se buscó a los que habían estado en contacto con el paciente dos días antes.

José fue aislado en uno de los dos cubículos que el área de Urgencias tiene para personas con enfermedades infecciosas. “No está 100% preparado, pero era lo mejor que teníamos”, dijo una enfermera.

El coordinador de turno repartió equipos de protección personal (EPP) a cuatro personas y sólo a esos cuatro se les permitió tener contacto con el paciente: la doctora Quiroz y otro urgenciólogo, una enfermera y un camillero. 

En el cubículo de aislamiento, José fue intubado y se le colocó un catéter para medicamentos. Logró estabilizarse esa tarde, pero su estado empeoró por la noche.

A pesar de la sospecha de covid-19, y de que el hospital ya estaba tratando al paciente como tal, todavía no se le tomaban muestras para una prueba. Eso ocurrió hasta las 10 de la mañana del día siguiente, el 18 de marzo, cuando ya su estado de salud era grave. Utilizando equipo de protección, un médico le hizo los raspados en nariz y garganta. Dos horas después, el paciente murió. La hora fue confirmada por los dos médicos que lo atendían.

Pero al momento de su muerte, la muestra de José apenas estaba en camino al hospital de La Raza en la Ciudad de México, porque el Seguro Social no había autorizado al laboratorio estatal de Durango para procesar sus pruebas, algo que hubiera ahorrado tiempo.

Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1

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