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La lección del primer ministro inglés

No es menor el mensaje que ha dirigido el primer ministro inglés a su pueblo y al mundo, al aparecer en televisión y asumir la responsabilidad por las decisiones de su gobierno fallidas, justo el día en que su país rebasó las 100 mil muertes desde el surgimiento de la pandemia de covid-19, convirtiéndose en la primera nación europea en alcanzar tan atroz récord solo después de Estados Unidos, Brasil, India y México, quien el pasado lunes superó los 150 mil fallecidos.

Frente a las cámaras, un apesadumbrado Boris Johnson,  aseguró que el gobierno ha hecho todo lo que ha estado a su alcance y envió sus condolencias aquellos que han perdido a sus seres queridos. “Es difícil calcular el dolor contenido en esta sombría estadística…padres, madres, hermanos, hermanas y muchos abuelos que se han ido”, señaló en su conferencia televisada desde sus oficinas en Downing Street.

“Vamos a aprender la lección”, dijo Boris Johnson tras admitir que la pandemia es la segunda gran crisis después de la Segunda Guerra Mundial y asegurar que cuando se esté en camino a la recuperación Reino Unido aprenderá la lección para futuras pandemias. 

Tras calificarlo como un “día triste”, el Jefe de la Oficina de Salud de Inglaterra, Chris Whitty, consideró que el número de personas que mueren diariamente “disminuirá lentamente” durante las próximas dos semanas y “probablemente se mantendrá estable por un tiempo".

De acuerdo con las cifras gubernamentales, se registran 20 mil 089 casos diarios de infecciones por covid-19; mil 631 muertes y 3 mil 341 hospitalizaciones diarias.

Más de 100 mil personas en Reino Unido han muerto de un virus que, hace un año, parecía no ser más que una distante amenaza exterior. 

¿Cómo llegó este país a tener una de las peores tasas de mortalidad del mundo?

No hay una manera sencilla de responder a esta pregunta y no cabe duda que habrá una extensa y detallada investigación oficial una vez termine la pandemia. Pero hay bastantes claves que, al juntarse una con otra, arman una imagen de cómo Reino Unido alcanzó esta cifra devastadora. 

Algunos culparán al gobierno de Londres: su decisión de entrar en estricta cuarentena después de que lo hiciera la mayoría de Europa Occidental, el titubeante inicio del sistema de pruebas y rastreo de contactos, la falta de protección ofrecida a las residencias de ancianos…

Otros resaltarán profundos problemas de raíz en la sociedad británica, como el mal estado de la salud pública, con altos niveles de obesidad, por ejemplo.

Y otros señalarán que algunas de las fortalezas de Reino Unido -como su posición como un eje vibrante de viajes aéreos internacionales o sus densamente pobladas y étnicamente diversas poblaciones urbanas -dejaron expuesta su vulnerabilidad a un virus que se propaga fácilmente.

A ojos de unos, la condición de isla de Reino Unido pudo haber servido de ayuda. Otras naciones-isla como Nueva Zelanda, Australia y Taiwán lograron evitar que el virus se expandiera manteniendo la cifra de muertos al mínimo. Australia, por ejemplo, ha tenido menos muertes durante toda la pandemia que las que registra Reino Unido en promedio cada día.

Esos países aplicaron inmediatamente restricciones fronterizas y confinamientos estrictos para contener el virus antes de que pudiera propagarse. No así Reino Unido. No fue sino hasta junio que se introdujeron reglas de cuarentena a todo el que llegara y aun así pronto se abrieron corredores de viajes, relajando las reglas a viajeros que llegaban de ciertos países. Los corredores se cerraron este mes.

En los primeros días de la pandemia, los ministros y sus asesores clave fueron acusados de promover una estrategia de inmunidad de rebaño.

Eso cambió a finales de marzo, cuando finalmente se impuso un confinamiento estricto. Pero hubo una demora crucial de una semana que se estima se cobró más de 20.000 vidas, según el asesor del gobierno, el profesor Neil Ferguson, debido a la velocidad a la que las tasas de infección se duplicaban en ese momento.

Por supuesto, este análisis se puede hacer en retrospectiva.

Los propios asesores del gobierno reconocen que al principio los datos eran "realmente bastante pobres" haciendo difícil tomar decisiones que pudieran haber tenido repercusiones significativas. 

Es un argumento que acepta el profesor Chris Whitty, el principal asesor médico de Reino Unido. Este verano dijo que había "información muy limitada" a principios de marzo.

Para entonces, el virus estaba arrasando en los hogares de ancianos. Alrededor del 30% de las muertes en la primera ola ocurrieron en esas residencias; 40% si se incluyen a los residentes de estos hogares que murieron en hospitales.

Para mayo, se empezaron a relajar las restricciones. Pero, ¿sucedió demasiado pronto? 

El gobierno aprovechó el relativo respiro para concentrarse en establecer lo que el primer ministro prometió sería el "mejor" sistema de pruebas y rastreo de contactos "del mundo". La idea era que los nuevos brotes pudieran cortarse de raíz mediante un rastreo completo manejado por un equipo centralizado de rastreadores.

El solo hecho de que eso se hiciera unos meses después de que el virus hubiese impactado, ilustra otro factor detrás del alto número de muertos: Reino Unido simplemente no estaba preparado para una pandemia de esta naturaleza, a diferencia de algunas naciones asiáticas que sí lo estaban. Países como Corea del Sur y Taiwán habían establecido sistemas de pruebas y rastreo que estaban listos para ser activados. 

Reino Unido tuvo la oportunidad de activar su sistema en el verano pero la operación estuvo plagada de problemas iniciales, con rastreadores teniendo dificultades para entrar en contacto con muchas personas y la disminución en la capacidad para hacer las pruebas frente al incremento de la demanda. 

Los bajos niveles de infección durante el verano habían creado una falsa sensación de seguridad.

Desesperado por impulsar la economía, el gobierno lanzó una estrategia para fomentar las comidas en restaurantes (Eat Out to Help Out), ofreciendo a los comensales descuentos durante agosto. Hasta qué punto este programa contribuyó al alza de infecciones en el otoño es objeto de mucha discusión, pero muchos médicos lo señalan como responsable en parte del incremento de pacientes que debieron atender.

La verdad es que el virus nunca desapareció. Las pruebas realizadas en verano demostraban que todavía se estaban diagnosticando unos 500 casos diarios y las pruebas aleatorias entre la población indicaron que la cifra de casos podía ser el doble de elevada.

A finales de agosto, unas 1.000 personas al día daban positivo en las pruebas. Para mediados de septiembre, esa cifra se había triplicado y a partir de ahí se quintuplicó, hasta los 15.000 registrados a mediados de octubre. Las cifras de positivos nunca han vuelto a estar por debajo de un promedio diario de 10.000 desde entonces. 

Otra decisión que ha sido fuertemente criticada fue el rechazo de algunos ministros a imponer un confinamiento corto de dos semanas, o "interruptor", en septiembre, a pesar de las recomendaciones de sus asesores.

Gales, sin embargo, introdujo su propio "apaga incendios", un confinamiento de 17 días en octubre. Logró bajar las tasas de infección, pero tan pronto se levantaron las restricciones, subieron de nuevo. Por eso es que se critican los confinamientos. 

Cuando finalmente se implementó un confinamiento en Inglaterra en noviembre, fue de una duración de cuatro semanas, con los expertos lamentando la demora. Pero incluso antes de que el confinamiento se levantara, los casos iban en aumento en el sureste de Inglaterra. En cuestión de semanas quedó claro lo que estaba sucediendo. El virus había mutado y una nueva y más contagiosa variante emergía. 

Para mediados de diciembre, volvió el clamor para otro confinamiento, pero los planes para relajar las restricciones durante la temporada navideña ya se habían anunciado. En cada nación de Reino Unido, los ministros esperaron.

Al inicio de 2021, con la ocupación de los hospitales aumentando rápidamente, las cuatro principales autoridades médicas de Reino Unido intervinieron, emitiendo una declaración conjunta advirtiendo que el NHS (el sistema de salud público) corría el "riesgo material" de quedar abrumado. En solo unas horas, Reino Unido regresó al confinamiento. 

"Como primer ministro, asumo la completa responsabilidad por todo lo que ha hecho mi gobierno", dijo Johnson, en un ‘mea culpa’ que llega tarde pero es necesario para corregir lo que se hizo mal y con mejores decisiones y estrategias salir del atolladero en que se encuentra aquella también devastada nación. Boris se equivocó y lo ha reconocido. Ojalá más mandatarios tuvieran la humildad del primer ministro inglés para aprender de las lecciones, admitir sus culpas, y procurar lo mejor para su pueblo aún cuando ello les signifique un golpe a su soberbia y arrogancia.  

Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1

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