Pensar en Morena como un partido hegemónico es un error. Desde luego que cabe invitar a la discusión. Al respecto llama la atención que en su más reciente balance de resultados de las pasadas elecciones Integralia enfatice: “Morena sigue construyendo una nueva hegemonía en el sistema político mexicano, con un avance territorial sostenido. Esto lo posiciona, desde ahora, como favorito rumbo a la elección presidencial de 2024”, por citar sólo una consultora que hace análisis serio.
Los datos para configurar la Cámara de Diputados y ejercer el poder a nivel estatal muestran cierta contundencia, sin duda. Pero en este punto los conceptos son importantes y ayudan a precisar los fenómenos políticos. No es el espacio para pruritos técnicos, pero hay una gran diferencia entre caracterizar a un sistema como de partido hegemónico –o incluso predominante, al estilo de lo que planteba Sartori en 1976– y hablar, por ejemplo, de partido con vocación mayoritaria como lo pensaba Duverger en 1951.
En el modelo hegemónico se permiten los partidos opositores en tanto no compitan realmente con el partido matriz, esto es, no está contemplada la posibilidad de una rotación en el poder. Desde luego fue el caso del régimen que giraba en torno del PRI, pero no del que encabeza Morena: hay una oposición ciertamente débil, pero de ninguna manera testimonial. Existe una gran diferencia entre el 93.5% de los votos obtenidos en 1976 por José López Portillo en calidad de candidato único y el 53.2% de los sufragios logrados por López Obrador en 2018. Lo que es más, no se pierda de vista que en esta elección Morena apenas consiguió el 34% de los votos en la elección federal.
Parece más pertinente para la actual situación mexicana la categorización duvergeriana: con un partido con vocación mayoritaria (Morena), dos partidos grandes (PAN y PRI) que ven lejana la posibilidad de alcanzar la mayoría absoluta y por eso requieren aliarse y algunos partidos pequeños entre los que destacan el Verde y Movimiento Ciudadano.
Si de por sí es difícil hablar de hegemonía en la elección de diputados federales, lo es más cuando se revisa lo local. Resta mucho por comprender respecto de lo que pasa en ese ámbito, en donde Morena no gana ni siquiera tres de cada 10 municipios.
¿Cuál es la oferta política que se brinda a los ciudadanos en los territorios municipales? No puede soslayarse la gran variedad que ahí se encuentra, síntoma de la heterogeneidad, pluralidad y fragmentación que existe en esos espacios, todos ellos conceptos antónimos al de hegemonía. La oferta no se reduce al número de partidos que participan de la liza electoral, sino que también incluye las combinaciones que se producen al coaligarse.
El que un partido postule por sí solo a un candidato o candidata constituye una oferta cualitativamente distinta a que lo haga aliado con uno o más partidos. Alguien puede votar por el PAN, pero quizá dude si lo ve unido al PRI, del mismo modo que el elector puede hacer una diferenciación si ve el membrete del Partido Verde adosado al de Morena. Durante las elecciones del pasado 6 de junio se ofertaron en el nivel municipal desde ocho hasta 50 posibilidades distintas por entidad, sin contar la opción de candidatos sin partido (presentes en 30 de las 31 entidades en donde se votó por presidentes municipales o alcaldes).
En Jalisco, Quintana Roo y Tlaxcala ningún partido nacional fue en alianza con otro para buscar ganar una presidencia municipal. En tanto que estuvieron en competencia 62 partidos locales distribuidos en todo el país, salvo en Campeche, Guerrero, Michoacán, Tabasco y Tamaulipas. En el extremo de la variedad de posibilidades para votar se puede mencionar Puebla con 50: 10 partidos nacionales, seis tipos distintos de alianzas entre partidos nacionales, tres partidos locales, 30 combinaciones de alianzas mixtas (partidos nacionales con locales) y hasta una alianza sólo entre partidos locales. En Morelos hubo 29 opciones a partir de la presencia de 13 partidos locales; en Oaxaca 27, derivado de seis combinaciones entre partidos nacionales y ocho mixtas. Balcanización, antes que hegemonía.
No es que Morena no tenga aspiraciones hegemónicas, sino que simplemente no están dadas, por lo menos ahora, las condiciones para hacerlas realidad. Hacia allá se encamina una de las propuestas de reforma anunciadas recientemente por el presidente López Obrador: “¿Y para qué tantos diputados?, ¿por qué nada más, por qué no nada más se quedan los de mayoría?, ¿por qué no se quitan los 200 plurinominales? Y también en la de senadores”. Hace tiempo que se sabe que la implementación de sistemas mayoritarios no favorece el multipartidismo (Duverger dixit).
Después de la alharaca inmediata a las elecciones, inevitable, pero no necesariamente útil, deben venir los análisis más reposados. Una vez desarrollado el proceso para la consecución del poder, sigue una etapa muy distinta: la de su ejercicio. Es momento de vislumbrar para qué se usarán las tan ansiadas mayorías, los tan anhelados cargos. Comienzan a aparecer algunos indicios.
*Este texto fue publicado originalmente el día 19 de junio de 2021 en Expansión (https://bit.ly/3hPLBFn). Se reproduce con autorización del medio y del autor.