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Hacia una gestión pública relacional

Los    modelos    de    gestión    gubernamental tecnocráticos   y de los de tipo populistas   no   han   logrado resolver viejos y nuevos problemas societales. De hecho, han generado importantes externalidades negativas que han aumentado, en no pocos casos, la fragmentación social en diversos países de la región.

Hay  un  creciente  malestar  que  se  presenta  en formas  de  conflictividad  social  ,  que  se  expresa en  el  rechazo  de  las  organizaciones  políticas tradicionales  por  sus    promesas  incumplidas  de inclusión social y, también,  de los gobiernos que han  sido  incapaces  de  dar  respuestas  eficientes  a  las  demandas  ciudadanas,  dada  las    evidentes debilidades    gubernamentales  para  abordar  la complejidad social

Gobernar “desde  los  expertos”  ha  tenido innumerables costos en el logro de la cohesión social, especialmente  en  los  procesos  de  privatización de las políticas sociales.

Por lo pronto, pareciera que aquellos modelos de gestión de políticas públicas imbuidos de fuerte sentido y  contenido  de  racionalidad  instrumental y  de  limitados  alcances  como  constructores  de una deseada cohesión social presentan fuerte evidencia de agotamiento, especialmente en un momento que la ciudadanía exige incrementar en forma sostenida mayores espacios de participación en la construcción de las políticas públicas.

Ante lo cual se visualiza, por una parte, que para alcanzar efectividad de la gestión pública en la resolución de los asuntos públicos se debe avanzar hacia un modelo de gestión público de  tipo  relacional.  Y por otra parte,  que  el  ciclo de  las  políticas  públicas  cuente  con  dispositivos formalizados de participación ciudadana, en cuanto actores corresponsables de la búsqueda eficiente, eficaz y de calidad de los problemas de bienestar social.

 Ello pareciera inevitable, dado que la sociedad demanda nuevos modelos de gestión y colaboración entre el Estado – en cualquiera de sus niveles – con la ciudadanía. Sin embargo, En muchos países  de la región no hay ni tradición histórica, ni su  cultura política y, pocos ejemplos  observables de   prácticas   gubernamentales   que   aporten modelos  atingentes  para  la  incorporación  de  la  participación  ciudadana.  Lo cual es  paradojal porque  en  las  configuraciones  discursos  de  los gobiernos  se  apela  y  estimula  que  la  ciudadanía debe y puede participar del ciclo de la gestión de las políticas públicas.

La presencia del enfoque de la participación ciudadana en la gestión pública que se despliega en las semánticas modernizadoras desde hace ya unos años, sigue siendo un marco conceptual en busca de buenas prácticas. Las cuales lamentablemente son escasas, más bien abundan simulaciones de participación ciudadana que experiencias contundentes de configuración de un modelo relacional.

El proceso de participación ocupa un  espacio  institucional  reducido  y  con  baja articulación  al  ciclo  de  las   políticas  públicas  en las  que  interviene. Lo pendiente es su materialización como una práctica normalizada en el sistema gubernamental.

En un contexto de urgencia por lograr gobiernos efectivos es fundamental un   cambio   institucional      para generar,   consolidar  y   desplegar   mecanismos socio  institucionales .que  permitan  canalizar  las demandas ciudadanas y construir una democracia más  participativa  en  la  toma  de  decisiones públicas.

Por tanto, una  democracia  que  apuesta  por  fortalecerse desde  y  para  los  ciudadanos    es  aquella    que presenta    procesos  vinculantes  poderosos  y participativos, que abre espacios para que todos y todas los ciudadanos  pueden asumir  y exigir sus derechos al trabajo, la seguridad social, ingreso y empleo dignos, descanso y tiempo libre, acceso a la salud y educación de calidad, vivienda, cultura  y gatilla procesos  consolidados de  actuación en  las  decisiones  de  los  asuntos públicos en los territorios.

En tal sentido, imaginamos una modernización pública en un sentido relacional. Lo que supone que el estado asume que para dar una respuesta efectiva a los significativos problemas sociales  necesita  implicar y  conseguir la  colaboración  activa  de  la  propia  sociedad con  un profundo sentido de co- responsabilidad.

 

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