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Hojas de ruta para una ciudadanía libre: Migrantes

“El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance” - Isabel Allende.

El carácter de migrante es inherente a la condición humana desde los albores de la humanidad. Los humanos hemos sido una especie migrante en la mayor parte del tiempo. Si consideramos que el ser humano moderno apareció hace aproximadamente 200,000 años y que la sedentarización se inició hace poco menos de 10,000 años, iniciando el período neolítico, concluimos que el ser humano ha estado más tiempo como nómada que como sedentario.

La condición nómada es de migración frecuente y durante el tiempo de nomadismo, la humanidad alcanzó todos los continentes y se estableció en todos los hábitats de la tierra, confirmando su carácter de especie dominante.

Con la sedentarización aparecieron las ciudades y con ellas la propiedad sobre determinados territorios, sin embargo, la migración persistió en la figura de colonización por expansión.

La migración masiva de grupos humanos en la antigüedad, como ahora, tuvo y tiene origen en distintas causas, cambios climáticos, hambrunas, guerras, invasiones, desastres naturales, violencia, inseguridad, persecuciones políticas y/o religiosas,

Algunos fenómenos de migración han sido de flujo constante sin tratarse de migraciones masivas, pero la consecuencia a través del tiempo suele ser similar, este tipo de migraciones obedecen principalmente a incentivos visualizados para una vida mejor que en el lugar de oriundez, pues se efectúan en busca de mejores oportunidades de vida y posibilidades de desarrollo, que pueden compensar el sacrificio de perder el arraigo y el periodo de adaptación a una cultura distinta con algunos inconvenientes de orden jurídico o étnico, incluso ambos.

Los distintos fenómenos migratorios humanos, están dados por factores tanto de expulsión como de atracción, hacia o desde determinadas regiones.

El fenómeno de migración implica el carácter de extraño o extranjero en tierra extraña, desde los orígenes de la civilización ha existido en los humanos un cierto sentimiento de temor al extraño o ajeno, pues resulta desconocido y por ende amenazante para la estabilidad del status quo, su aceptación en la antigüedad estuvo dada por las necesidades de intercambio comercial, con regiones remotas.

En la antigüedad las migraciones para la creación de colonias por los fenicios o ampurias por los griegos, constituyó una fuente importante de migración por razones de expansión económica, por su parte el pueblo judío en su diáspora migró a prácticamente todos los países del mundo conocido en la época.

La presencia de extranjeros con residencia permanente en el territorio adoptivo, estuvo plagada de limitaciones a aspectos de libertad, los extraños vivían en barrios separados, en otros lugares se le negaba el acceso a la justicia, había falta de empatía y en muchos casos simplemente eran tratados con indiferencia.

En la época moderna, con la consolidación de los Estados nacionales, la migración asumió caracteres diferentes, pues antes de ello, las fronteras territoriales eran difusas y muy cambiantes, sin grandes limitaciones a la libre migración de las personas.

La corona española, en el proceso de consolidarse como un reino unificado y en la búsqueda de nuevas rutas para el comercio con oriente, propició un gran flujo migratorio hacia el continente americano y estableció nuevas dinámicas al convertirse en el primer imperio global del planeta, con dinámicas basadas en la búsqueda de riqueza y prestigio, la Nueva España y el virreinato del Perú, fueron los principales destinos.

Con la aparición de las naciones, la delimitación de fronteras y el orden internacional que se creó con la Paz de Westfalia, hizo que las migraciones adquirieron el carácter, que hoy vemos en estos fenómenos, pues las fronteras nacionales fueron estableciéndose, y la extranjería resulto cada vez más evidente, por factores étnicos, de lengua y de religión.

Simultáneamente con la aparición de las fronteras nacionales, dio inicio la revolución industrial y la migración al interior de las naciones hacia las grandes ciudades en proceso de industrialización, simultáneamente en Norteamérica se dio la expansión hacia el lejano oeste, por parte de las trece colonias, recién independizadas del imperio británico.  

La migración a partir de la Revolución Industrial inició al mayor proceso migratorio de la historia, el llamado éxodo rural, con la movilización de miles de campesinos en todo el mundo, que dieron origen, al crecimiento descontrolado y excesivo de ciudades enormes, populosas, insalubres, atestadas e inseguras.  

Es a partir de la paz, posterior a la segunda guerra mundial, que aparecen en los debates políticos las implicaciones humanitarias, sociales y económicas de la migración forzada a gran escala, que los problemas relacionados con la inclusión cívica y política de los migrantes internacionales refugiados y los solicitantes de asilo, así como su potencial para participar en la vida política y los procesos de toma de decisiones en los países anfitriones y de origen.

Contrario a la libre migración que el ser humano disfrutó durante miles de años en la prehistoria y gran parte de la historia antigua y la edad media, actualmente aparece el discurso racista y xenófobo que ventila públicamente el rechazo de la inmigración, principalmente a partir de las ideologías de extrema derecha, como la que impulsó recientemente Donald Trump, en los Estados Unidos.

Considerando así la migración como una actividad innata en el ser humano, es que se arriba a la conclusión de que quienes ostentan el carácter de migrantes internacionales o extranjeros que deciden radicar en un país realmente democrático, tienen el derecho de ser considerados con derechos semejantes a los que poseen los habitantes de dicho país.

Otorgar los mismos derechos a los extranjeros, que los que se otorgan a los nacionales, constituye un avance que tienen que realizar los países democráticos, pues a la vez que es deber protegerlos, si en lo sucesivo radicarán y estarán sujetos a las leyes del nuevo país; por consecuencia deben contar con el derecho de opinar sobre las leyes que les rigen en el lugar en que viven, esto tiene que considerarse un derecho humano básico, no sujeto a limitaciones por parte de los distintos países, sino ser garantizado su disfrute, por los instrumentos internacionales.

Todos los individuos que radican en una región, municipio o ciudad, tienen derecho a votar por las autoridades de elección popular que correspondan a esa demarcación y, quienes siendo de origen extranjero han migrado para radicar en dicho territorio, tienen que gozar de los derechos políticos electorales, en igualdad de condiciones que los nacionales del lugar, de otra manera se estarían incurriendo en discriminación por xenofobia.

Avanzar en los derechos que se garantizan a los migrantes, constituye una asignatura pendiente en la mayoría de los países, pero constituye una tarea que no se puede posponer y seguir fingiendo que no se ven los abusos y malos tratos que los migrantes refugiados sufren a manos de autoridades y de pandillas.

Resulta esquizofrénica una sociedad que permite y facilita el libre tránsito de mercancías y dinero a través de las distintas fronteras sin restricción alguna, pero que restringe el libre paso de personas, incurriendo así en una discriminación a humanos, por el solo hecho de haber nacido más allá de las fronteras locales.

Visualizar la democracia del siglo XXI implica pensar de manera global, incluyente, diversa y plural, por consecuencia con mayor protección y garantía de los derechos humanos fundamentales y político electorales, por eso debe evitarse la restricción al tránsito de personas interfronteras y hacer efectiva la protección y todos los derechos a quienes migran internacionalmente con carácter de refugiados, como si fueran nacionales, solo así podemos considerar que existe democracia.

Jamás un país puede llamarse democrático, si se constituye en una ínsula de privilegios a los nativos y discriminación a los extraños, la calidad de una democracia se valora según trata a los extranjeros y visitantes.

El derecho a migrar y a transitar libremente transponiendo fronteras es un derecho natural inmanente al ser humano, que no pude ser restringido por leyes o autoridades locales, pues es parte de la naturaleza del homo sapiens la migración y el tránsito libre por continentes y territorios, sin mayor restricción, pues antes de existir fronteras ya la humanidad transitaba y deambulaba sin problemas por todo el mundo.

En resumen: es pertinente el reconocimiento del derecho a migrar y transitar de individuos o grupos humanos, trasponiendo fronteras, sin restricción alguna y con el reconocimiento y garantía de todos sus derechos.

Reconocer y garantizar el derecho a migrar significa colocar a las personas al centro de las prioridades de cualquier nación civilizada, es humanismo, y es preciso establecerlo abiertamente.

¡Hasta la próxima! Y muchas gracias por sus comentarios.

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NOTA ROJA