Del primero de diciembre 1916 a diciembre primero de 2021, habrán transcurrido 105 años. Ese primero de diciembre de 1916, iniciaron los trabajos del Congreso Constituyente convocado por Venustiano Carranza. Ahí, el Territorio de Tepic es erigido a la categoría de Estado en la misma escena del pecado originario constitucional.
Insistamos: la realidad ha cambiado, de manera absolutamente indudable e incuestionable. Empero, los cambios no han estado a la altura de las expectativas del esfuerzo de los nayaritas. De ahí la considerable magnitud del reto transformador de Navarro Quintero.
Es necesario escribir, reescribir, documentar, revisar el pasado. Para medio intentar entender, conviene definir grandes campos de la historia, en etapas. Sería conveniente delimitar una periodización de la historia de la vida pública en el estado. Una aproximación podría considerar las siguientes fases:
- Inestabilidad. Etapa de 1916 a 1941. Puede comprender, desde la elección de diputados para concurrir al Congreso Constituyente (1916), al cuatrienio de Juventino Espinoza Sánchez (1938-1941).
- Personalismo. Etapa de 1942 a 1963. Puede abarcar desde el gobierno cuatrienal de Candelario Miramontes (1942-1945), al final del gobierno de Francisco García Montero (1958-1963).
- Crisis. Etapa de 1964 a 1981. Puede abarcar desde el gobierno de Julián Gascón Mercado (1964-1969), hasta el final del gobierno de Rogelio Flores Curiel (1976-1981).
- Personalismo tardío. Etapa de 1981 a 1999. Abarcaría del inicio de gobierno de Emilio González Parra (1981-1987), al final del gobierno de Rigoberto Ochoa Zaragoza (1993-1999).
- Discontinuidad. Etapa de discontinuidad: 1999-a la fecha. Se trata de gobiernos que rompen con sus antecesores y hasta con sus sucesores. Se trata de gobiernos sustentados en figuras con escasa o nula trayectoria política, pero de elevada rentabilidad electoral. Comprendería desde el inicio de gobierno de Antonio Echevarría Domínguez (1999-2005), al final del singular sexenio trunco de Antonio Echevarría García (2017-2021).
- Por definir. De 2021 en adelante. Puede imponerse la fuerza de la inercia y continuarse en la lógica de la discontinuidad y el estilo estrictamente personal de gobernar, o pueden sentarse las bases de una nueva etapa, las de una institucionalidad democrática.
La primera de esas etapas, se caracteriza por una constante agitación que se expresa en remoción de gobernadores y subsunción real, no formal, del Poder Legislativo local. En el plano nacional ocurre algo parecido, en donde se llega incluso a matar a un Presidente electo, a Álvaro Obregón.
Desde Santos Godínez (1918, siendo el primer gobernador del estado de Nayarit) hasta finalizar el cuatrienio de Juventino Espinoza (1941), el Ejecutivo local queda en manos de casi medio centenar de personas (al menos). Dos gobernadores por año, en promedio. Esa es, en términos relativos, la parte idílica. El Legislativo local era una entelequia, lo mismo que los Presidentes Municipales, que solamente podían hacer algo y crecer en función de sus relaciones personales.
En la etapa que sigue, varios personajes se imponen en la vida política del estado. Los aglutina y encabeza Gilberto Flores Muñoz como “líder máximo”. Es una etapa en la que conforman un bloque de intereses personales como Candelario Miramontes, Gilberto Flores Muñoz, José Limón Guzmán, Francisco García Montero y, de manera incipiente, Emilio González Parra. Los cargos públicos de mayor relevancia son ejercidos por ellos.
En 1964 sobreviene una crisis en Nayarit. Ese año arriba al gobierno un personaje ajeno a la realidad del estado. Me refiero a Julián Gascón Mercado, personaje promovido desde la capital del país, en donde se había formado. Su presencia se convierte en una crisis política constante, en la que se registran fuertes confrontaciones. Se trata de un intento del gobierno central para acabar con el predominio de Gilberto Flores Muñoz en la vida pública local. Sobreviene el fracaso del gobierno estatal al ser enviado a Nayarit Roberto Gómez Reyes como sustituto de Rodolfo García de los Ángeles en la Secretaría General. Sale García de los Ángeles y Gómez Reyes. Luego, en 1970, Gómez sustituye en la titularidad del Ejecutivo local a Gascón Mercado.
Eso lleva a un escenario local que se agita constantemente. Esa crisis continúa, aplacada relativamente, durante el gobierno de Rogelio Flores Curiel. La llegada del militar al gobierno estatal, se traduce en la estabilización y en el inicio de cambios en el calendario institucional. El “soldado”, como solía decirle Ramón Audelo Landázuri (RAL), hizo significativa obra material concentrada en Tepic y recortó su periodo de gobierno, por lo que ahora los gobernadores rinden protesta de Ley el 19 de septiembre del año de la elección.
El 6 de octubre de 1978 es asesinado Gilberto Flores Muñoz al lado de su esposa y se le carga la responsabilidad a su nieto, Gilberto Flores Alavez. En conversación con Ramón Audelo, confesó que algunos amigos del occiso le rogaron que no publicara el titular que había concebido para anunciar la muerte del ex gobernador. El diario que dirigía RAL tenía previsto un título lapidario: “Flores Muñoz: Como Vivió, Murió”. Finalmente se impuso la amistad, el respeto y el luto debido.
Esto carece de relevancia en la escena local, pues el ex gobernador Flores Muñoz ya había visto declinar su estrella. La estrella que se mantenía en el firmamento y que ascendía constantemente, era la de Emilio González, que para entonces ya había sido diputado local y federal, Senador, dirigente de un partido (el PRI), dirigente obrero en el estado y hasta había sufrido del embate del gobierno de Adolfo López Mateos, al ser despojado de manera fraudulenta de una diputación que sería obsequiada a un “socialista” como Manuel Stephens. Este último personaje, recordemos, se reencontraría con Emilio en 1979 en la LI Legislatura (1 de septiembre de 1979-31 de agosto de 1982).
Viene luego el gobierno de Celso Delgado (1987-1993), que rompe con su antecesor y hasta con su sucesor, Rigoberto Ochoa Zaragoza (1993-1999). Celso deja el Senado en manos de Liberato Montenegro al asumir el gobierno del estado. La de Montenegro Villa es otra de esas dilatadas historias políticas del estado que amerita estudio aparte.
Son casi dos décadas en las que no existe continuidad de políticas públicas, sino que hasta se modifican o de plano se desechan. El estilo personal de gobernar sigue siendo la constante.
Tras esos gobiernos, empieza una etapa en la que las rupturas se hacen cada vez más profundas. En 1999 llega al gobierno del estado don Antonio Echevarría Domínguez. Las figuras personales empiezan a imponerse pero igualmente se desechan al concluir los gobiernos. Es una etapa de personalismo tardío, en el que no prevalece una figura como la de Flores Muñoz, que en otro tiempo se había impuesto. Logra prevalecer la figura de un gobernador y tras su salida, se impone la del siguiente y así, en sucesión que se mantiene en vigor.
A partir de 1999, son las figuras públicas destacadas las que se imponen a las siglas. Ese es el caso de Antonio Echevarría. En efecto, la potente figura electoral de Echevarría Domínguez obtiene más del doble de votos que los que habían logrado obtener las siglas que lo postularon como su candidato a la gubernatura.
Sobre la base de este breve recuento, solamente nos queda ir a una conclusión lacónica y categórica. Nuestro estado es región en la que no han podido crearse, desarrollarse y consolidarse instituciones democráticas. Uno de esos ejemplos es el componente político y electoral. El estado de Nayarit es un estado en el que se han multiplicado los escaños en el Congreso, como maná del cielo. Es una entidad en la que en materia electoral las cosas van de mal en peor.
La construcción de instituciones democráticas es un desafío. Ese es el desafío mayor del próximo gobierno. Los cambios deben promoverse desde el Ejecutivo, en cordial relación con el Legislativo y con el Judicial. Sin que un poder pretenda avasallar a los otros. Sobre todo, sin que los poderes pretendan avasallar a la sociedad nayarita.
La organización de los poderes, en el último medio siglo se sujetó a un proceso de abultamiento. Se trata de una hipertrofia en la que, paradójicamente, el gobierno se ha hecho cada vez más ineficiente.
La ausencia de incentivos al mérito y la vaciedad democrática, combinados con cinismo, prevaricación y avaricia extrema, todo eso mezclado ha llevado a numerosos alcaldes a la inacción y a brillar por su mediocridad. Lo mismo aplica en el Legislativo. Solamente en el Ejecutivo estatal las cosas han cambiado, pues se ha convertido en el fin de carreras en la vida pública y no en el corolario de trayectorias políticas.
Todo puede cambiar en Nayarit. Todo debe cambiar. Si se hace necesario, no debe quedar piedra sobre piedra. De nuevo, vale la solución dada al nudo de Gordias: da lo mismo cortar que desatar. Al fin y al cabo, no procede seguir haciendo las cosas de la misma manera, esperando resultados diferentes. Tampoco cabe seguir esperando milagros.
Se acabó el tiempo. El próximo 19 de septiembre debe dar inicio una nueva historia. Se impondrá la altura de miras o el choque frontal con la historia. En el futuro cercano podríamos decir: la vieja historia, como vivió, murió.