Un año ha pasado desde que se detectó el primer caso de coronavirus en Wuhan, China. A la fecha, el mundo se acerca a los 100 millones de personas contagiadas y casi dos millones de fallecidos.
Debido a la rápida contagiosidad de la enfermedad, el virus ha sufrido una serie de variaciones, las que son normales en este tipo de infecciones, pero que causan multiplicidad de síntomas y consecuencias.
En esa línea, durante las últimas semanas, expertos han alertado de una posible nueva característica y es que podrían presentar cambios en la coloración y en la textura de la lengua.
De acuerdo a lo expuesto por el científico y epidemiólogo, Tom Spector, uno de cada cinco pacientes presenta ahora síntomas poco comunes, al menos en Gran Bretaña.
"Una de cada cinco personas con COVID todavía presenta síntomas menos comunes que no figuran en la lista oficial, como erupciones cutáneas. Ver un número creciente de lenguas COVID y extrañas úlceras en la boca. "¡Si tiene un síntoma extraño o incluso solo dolor de cabeza y fatiga, quédese en casa!", precisó en su cuenta de Twitter.
Casi la mitad del personal que trabaja en unidades de cuidados intensivos (UCI) en Inglaterra durante la pandemia de COVID-19 tiene ansiedad severa, depresión o trastorno de estrés postraumático (TEPT), y algunos aseguran sentir que estarían mejor muertos, según un estudio publicado el miércoles.
Muchos enfermeros y médicos de las UCI alcanzan el umbral clínico de TEPT, ansiedad o problemas con la bebida, y los síntomas son tan graves que algunos informaron haber contemplado la posibilidad de autolesionarse o suicidarse.
Es probable que una salud mental tan gravemente deficiente entre el personal de las UCI que atiende a pacientes con COVID-19 en estado crítico y moribundos afecte su capacidad para trabajar de manera efectiva y perjudique su calidad de vida, dijeron los investigadores que lideraron el estudio.
El mundo sigue enfrentando los desafíos que la pandemia de Covid-19 sigue causando, pues desde hace un mes se registró una nueva variante del virus SARS – CoV –2. Debido a esto, surgieron algunas confusiones sobre algunos términos que se han utilizado como cepa, mutación y variante.
En primer lugar, es necesario señalar que la cepa son aquellas nuevas especies de coronavirus, por lo que el SARS-CoV–2 es una de estas. Hasta el momento, sólo hay dos cepas: la SARS–CoV, que causa el síndrome respiratorio agudo severo, y la muy temida SARS-CoV–2 que, en términos generales, conocemos popularmente como “coronavirus”.
Sin embargo, ya comenzaron a surgir algunas variantes de la SARS-CoV–2, que no pueden nombrarse como cepas, pues se necesita que el virus sufra un cambio o una mutación drástica para ser llamada así.
Especialistas explican que todos los virus mutan constantemente y a diferentes ritmos. Estos cambios generan distintas repercusiones, y es algo que estamos viendo que ocurre actualmente con el virus SARS–CoV–2.
Estas mutaciones generan nuevas variantes o linajes. La mutación es un cambio en el código genético que ocurre durante la cadena de contagio, pues cada organismo humano es distinto y el virus original adapta su código genético a cada huésped.
Como se dijo anteriormente, el virus SARS–CoV–2 ya sufrió estos cambios genéticos; expertos se encargaron de tomar algunas muestras de diferentes regiones del mundo y se percataron de la existencia de estas variantes.
Para su análisis, se construyeron árboles filogenéticos (similares a los árboles genealógicos), de esta forma, identificaron algunos de los cambios que ha sufrido el virus. A cada una de las ramas se les asigna una serie de números y una letra del abecedario según su orden de aparición y composición.
Fue así que hallaron la variante B.1.1.7: el primer caso fue reportado en Reino Unido durante el mes de diciembre del 2020. Estudios preliminares han sugerido que puede ser hasta 50% más contagioso que la primer variante conocida; sin embargo, descartan que sean afectadas las vacunas desarrolladas contra la COVID-19.
El linaje B.1.1.7 presenta diferentes mutaciones en su genoma, hasta el momento han contabilizado 23, pero la principal se encuentra en el lugar 501 de su código genético, ya que el aminoácido asparagina (N) fue reemplazado por tirosina (Y). Científicos han dictado su abreviatura como N501Y o S: N501Y.
En los últimos días, la Secretaría de Salud federal confirmó al menos un caso de esta variante en México. Estados Unidos ya ha registrado 72 casos.
Una nueva cepa, surgida en Sudáfrica, impulsa la segunda ola en el continente menos golpeado por la pandemia.
Sudáfrica, Nigeria, Ruanda, Kenia… una segunda ola alcanza varios países africanos, donde los casos llevan semanas al alza. La nación del arcoíris, sin ir más lejos, superó hace unos días el millón de contagios, la primera del continente en hacerlo. Y de largo, además: uno de cada tres casos registrados en África es sudafricano. Allí, el descontrol de los positivos, en pleno verano austral, supera los 14,000 diarios, tendencia que los expertos atribuyen a la mutación –más infecciosa– que allí ha sufrido el coronavirus y de la que ya se han detectado casos en otros muchos países. África, en todo caso, sigue siendo el continente menos golpeado por la pandemia con 2.6 millones de casos –4 por ciento del global total– y 63,000 muertes. Cifras que aún sorprenden en una región que representa el 17 por ciento de la población mundial. Hay quien lo explica por su media de edad –19.7 años–; su modo de vida, mayormente rural; su débil inserción en la economía mundial; o su experiencia en el combate de epidemias. Teorías que, como hemos aprendido con este desconcertante virus, afrontarán ahora la prueba de fuego de una temida segunda ola.
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