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En manos del senado (segunda parte)

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Como ya señalaba, el juicio político que se cierne sobre el todavía presidente de los Estados Unidos de América del Norte, Donald Trump, es potencialmente incluso más valioso que la pretendida destitución mediante una enmienda porque a la postre se impedirá al imputado ocupar un cargo público en el futuro, sin menoscabo de que el proceso podrá continuar después de que deje el cargo y Joe Biden haya sido investido como presidente, siendo que actualmente el Senado está en receso hasta después de la toma de posesión a celebrarse el 20 de enero del presente. 

La idea de quienes han encontrado en este último capítulo de la novela su final feliz para tomar una especie de venganza hacia el vilipendiado presidente, es dejarlo impedido de que se postule para un nuevo periodo en 2024, y la determinación final la tiene el Senado estadounidense que ya en una ocasión votó en contra de la procedencia del impeachment.

En este contexto, cabe recordar que en diciembre de 2019, el mandatario republicano fue acusado en la Cámara de Representantes por "abuso de poder" y "obstruir el buen funcionamiento del Congreso" luego de ser acusado de pedirle a Ucrania que investigara presunta corrupción vinculada a su rival demócrata y actual presidente electo Joe Biden, a cambio de desbloquear una ayuda militar crucial para el país en guerra.

El Senado, con mayoría republicana, lo absolvió el 5 de febrero de 2020 tras dos semanas de juicio.

Ya anteriormente a ese proceso hubo otros en la historia del país de las barras y las Estrellas siendo que todos siguieron el mismo desenlace, la absolución. 

El más reciente fue Bill Clinton, el 42º presidente de EE.UU., quien fue procesado tras ser acusado de perjurio frente a un gran jurado y de obstrucción de la justicia, después de que mintiera sobre la naturaleza de su relación con la pasante Mónica Lewinsky, a quien presuntamente le pidió que mintiera.

En diciembre de 1998, la Cámara de Representantes votó por 228 a 206 a favor de enjuiciar a Clinton por la primera acusación, y 221 a 212 por la segunda.

Para esa época, el nivel de aprobación popular de Clinton como presidente era 72%.

Y cuando el caso llegó al Senado, en 1999, la acusación estuvo lejos de conseguir los dos tercios de votos que necesitaba para concluir en condena.

"En su prisa por destituir al presidente, (los congresistas republicanos) nunca se detuvieron a pensar si las acusaciones podían ser probadas más allá de cualquier duda razonable", se lee en un análisis publicado por la BBC en aquel momento.

El caso del otro presidente de EE.UU. llevado a juicio político fue el 17º, Andrew Johnson, quien ocupó el cargo por dos períodos a partir de 1865.

Fue procesado por la Cámara de Representantes en 1868, solo 11 días después de que destituyera a Edwin Stanton, su "ministro de Guerra", quien no estaba de acuerdo con sus políticas.

A diferencia de Clinton, sin embargo, Johnson se salvó por muy poco: los dos tercios en el Senado no se alcanzaron por un solo voto.

No todos apreciaban a Johnson, pero el senador por Iowa James Grimes justificó su apoyo diciendo: "No puedo aceptar destruir el funcionamiento armonioso de la Constitución solamente para que nos podamos deshacer de un presidente inaceptable".

El republicano Richard Nixon, en 1974, prefirió renunciar para evitar una destitución por parte del Congreso a causa del escándalo de Watergate.

En tanto, Trump ha reiterado en los últimos días que su discurso de la semana pasada ante miles de simpatizantes, a quienes alentó a marchar hacia el Congreso con el mensaje de que le robaron la reelección, tuviera algo que ver con la violencia que estalló poco después.

"Analizaron mi discurso, mis palabras y mi párrafo final, mi oración final, y todos pensaron que era totalmente apropiado", dijo Trump a periodistas.

Dijo también que no estaba entre sus planes renunciar al cargo y que era ridículo un juicio político en su contra. 

Sin embargo, en este contexto ha tomado fuerza lo que ya habíamos comentado aquí como una posible puerta de escape para el presidente, es decir, la presunción de que intente recurrir a otorgarse un “auto perdón” que alcance también a su familia para protegerse y proteger a los suyos de cualquier proceso en su contra una vez que concluido su periodo pierda la inmunidad que lo ampara. 

Se trata de un recurso nunca explorado por algún presidente que lo haya precedido, y que por lo tanto se desconoce cómo habría de pronunciarse la Corte Suprema. 

En 2018, el  propio Trump tuiteó que tenía el derecho absoluto a perdonarse a sí mismo, aunque añadió que no tendría por qué usarlo ya que no había cometido ningún delito, pero después de los hechos ocurridos en el Capitolio y el proceso que la Cámara de Representantes sigue ahora mismo en su contra, quizá cambie de parecer y acorralado como se encuentra, se decante por utilizar dicha herramienta, aunque le conlleve no solo el descrédito público y el desprestigio de que ya es objeto, sino además, se tenga que hablar de él como un presidente cobarde que recurrió al “auto perdón”. 

Ya se verá en qué termina este asunto, en tanto ñ, habrá wuff ex mencionar que tras la aprobación de la Cámara de Representantes para acusar a Trump, su juicio no comenzará hasta, como muy pronto, el 19 de enero, último día de su mandato, dijeron el miércoles legisladores republicanos, que están presionados por los demócratas a actuar con mayor rapidez.

La Constitución no especifica cómo actuar después de que el acusado haya dejado el cargo. En 1876, los senadores discutieron si eran competentes para juzgar al entonces al secretario de Guerra William Belknap después de que éste dejara el gobierno. Finalmente decidieron afirmativamente y lo absolvieron de los cargos de corrupción en su contra.

La Constitución tampoco fija un calendario. Por lo tanto, la Cámara podría esperar antes de transmitir el expediente de acusación al Senado, para darle tiempo a confirmar el nuevo equipo en el poder y validar las primeras medidas de Biden.

Es oportuno mencionar que acusar a Trump en la Cámara no lo destituye de su cargo. Ni una segunda acusación de la Cámara ni siquiera una votación del Senado para condenar a Trump y destituirlo de su cargo le impedirían postularse nuevamente, en 2024 o más allá.

Más bien, después de que dos tercios de los senadores presentes voten para destituirlo, una mayoría simple de los senadores presentes tendría que aprobar una votación adicional para excluirlo de la presidencia en el futuro.

Prohibirlo en otros cargos también podría costarle su pensión de más de US$ 200.000 por año si el Senado quiere tomar ese camino.

Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1

violeta

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