Hay traspasos en los que a priori no hay ganadores ni perdedores claro. Solo… suceden. En el entorno de la NBA se cree que el intercambio de John Wall por Russell Westbrook (con una primera ronda de 2023 muy protegida yéndose con Wall a Houston) es un aparente terremoto… que no provocará ni una pequeña réplica en la Liga. No a las puertas de 2021, cuando ambos jugadores están lejos de ser las estrellas rompedoras que eran. En 2017, aunque parezca que hace un siglo, Westbrook respondió a la salida de Kevin Durant de los Thunder con el MVP y el primer triple-doble de promedio (31,6+10,7+10,4) desde Oscar Robertson. Evidentemente entró en el Mejor Quinteto, mientras que un John Wall pletórico fue a parar al tercero: 23,1 puntos, 10,7 asistencias y robos por partido.
Los Thunder entraban en una fase de culto a la persona que no hizo demasiado bien (con perspectiva) a Westbrook, que el 29 de septiembre de aquel 2017 firmó una extensión supermáxima: cinco años y 205 millones de dólares. Antes, el 26 de julio, John Wall había firmado su propia supermáxima con los Wizards: cuatro temporadas, 170 millones. Acababa de llevar al equipo hasta el séptimo partido de segunda ronda en el Este, a las puertas de la final de Conferencia. Los Wizards perdieron en el Garden, pero parecían un proyecto en la lanzadera, con John Wall y Bradley Beal formando uno de los backcourts más excitantes de la NBA.
Desde entonces, Westbrook (enlazó otras dos temporadas de triple-doble en OKC) ha declinado en lo físico, ya con 32 años y unos problemas de rodilla casi perennes. Sigue produciendo números y jugando duro en Regular Season, pero su baja eficiencia y su mala lectura de las situaciones (en los partidos y en los proyectos) le han bajado un par de escalones en la jerarquía NBA. Su contrato, mientras, sigue intacto: le quedan por cobrar 133 millones, con una terrorífica player option de 47 para la temporada 2022-23. Para Wall las cosas han sido todavía peores desde aquel dorado verano de 2017: solo ha jugado 73 partidos en tres temporadas, el último hace casi dos años: 26 de diciembre de 2018. Una pesadilla con las lesiones, especialmente con el tendón de Aquiles, han frenado su ritmo supersónico (fue cinco años seguidos all star; Westbrook lleva nueve de los últimos diez). No tampoco, claro, su contrato: otros 132 millones que cobrar hasta 2023. Y otra player option horrenda (para su equipo): 47,3 millones en esa 2022-23.
Salvar a los soldados Beal y Harden
Contractualmente, Wall y Westbrook estaban en situaciones similares con dos de los peores contratos de la NBA. Los dos querían dejar sus equipos y los dos estaban ya en la diana de los referentes de sus franquicias: James Harden lo es en Houston Rockets sin duda, Bradley Beal se ha convertido en el eje de los Wizards durante la ausencia inacabable de Wall. Ambos, Harden y Beal, pueden salir al mercado en 2022 (tienen player options para la 2022-23). El primero ya ha dicho que se quiere ir cuanto antes de los Rockets, el segundo sigue declarando su amor a los Wizards aunque en la NBA nada, o casi casi nada, dura para siempre. Wall y Westbrook, por lo tanto, tenían que salir. Y sin mercado para ninguno de los dos, el intercambio de dos contratos similares casi a pelo (solo una primera ronda que puede acabar siendo dos segundas) terminó por ser la única baza viable. Nadie quería de verdad a Westbrook. Los aspirantes no tenían margen económico ni ganas de hacer experimentos como el que finalmente había salido mal en Houston. Entre los equipos en reconstrucción, no se llegó a ningún sitio: los Knicks querían que los Rockets soltaran capital de draft para absorber el contratazo de Westbrook, Hornets y Pistons eligieron a sus bases del futuro en el pasado draft, LaMelo Ball y Killian Hayes.
Ni siquiera los Wizards querían comprometer demasiado: las primeras conversaciones acabaron en nada porque los Rockets querían al pívot Thomas Bryant. Pero, finalmente y con los training camps, abiertos, la operación sería esa o no sería. Y ni Rockets ni Wizards podían permitirse que no fuera. Así que… ya se sabe, en la NBA siempre hay un roto para un descosido.
James Harden y la cuenta atrás en Houston
En el verano de 2019, James Harden se había hartado de Chris Paul (con el que pudo ser campeón en 2018) e hizo lobby para que los Rockets se hicieran con Russell Westbrook, compañero en sus primeros años NBA, en los Thunder. El propietario, Tilman Fertitta, compró esa idea y la impuso a Daryl Morey, un arquitecto que no veía nada claro el encaje. Mike D’Antoni trató de optimizar a su pareja con un ultra small ball que envió a Clint Capela a los Hawks y dejó a los Rockets sin pívots puro. Funcionó… durante unas semanas. En el mejor momento de la temporada para los texanos, llegó la pandemia. Russell Westbrook pasó el coronavirus, llegó renqueante a la burbuja y sufrió después una traicionera lesión en el cuádriceps. Su despliegue en playoffs fue nefasto. Y Harden se desconectó visiblemente cuando las cosas se torcieron. Tras ponerse 0-1 contra los Lakers, el castillo de naipes se hundió mientras LeBron James y Anthony Davis apilaban cuatro triunfos seguidos (algunos en formato trituradora) contra unos Rockets rendidos.
Lo siguiente fue que Westbrook quería marcharse y lo siguiente, la gran bomba en Houston, que James Harden no quería seguir en el equipo en el que había jugado los ocho últimos años y en el que ya no estaban Daryl Morey y Mike D’Antoni. Su deseo era irse con Kevin Durant y Kyrie Irving a Brooklyn Nets. Tal vez, con Morey a los Sixers de Joel Embiid y Ben Simmons. En la NBA, esa es la encrucijada de los Rockets, nunca ganas si traspasas a una estrella del nivel de Harden. No si no lo haces por otro jugador de su rango, cosa que no suele suceder. Los Sixers no querían dar a Simmons o Embiid y los Nets no encontraban la forma de hacer una oferta que convenciera a los Rockets: una estrella emergente, al menos un buen jugador de rol, mucho capital de draft…
Mientras esperan a ver qué pasa, los Rockets han traspasado a Westbrook y hacen un último intento por reconciliarse con Harden. Pero estos rara vez funcionan. Generalmente, cuando una gran estrella dice que se quiere ir, ya se ha ido. Con 31 años, sin haber jugado unas Finales y en un equipo en el que siente que no tendrá otra oportunidad como la de 2018 (el famoso 3-4 de los Warriors en la final del Oeste), es difícil pensar en una reconciliación que no sea forzada y temporal: ¿pasará algo en los próximos días? ¿en el mercado invernal? ¿el próximo verano?
Lo peor para los Rockets es que mientras esté, Harden dictará las reglas. Adrian Wojnarowski aseguró ayer en ESPN que el escolta estaba detrás de la operación Westbrook-Wall: “La operación se hace porque los Wizards quieren contentar a Beal y los Rockets quieren contentar a Harden. Y este tenía una preferencia clara: prefería jugar con Wall y ya no quería seguir con Westbrook. En los dos últimos años, trajo a Chris Paul y lo sacó del equipo, y lo mismo ha pasado con Westbrook. Pero los Rockets no saben si esto será suficiente para que Harden se vuelva a comprometer con la franquicia”.
No parece fácil: a priori, Wall comparte unos cuantos de los problemas de Westbrook para ser una gran estrella en la actual NBA, la mayoría relacionados con el tiro exterior. Wall no es tan ineficiente, entre otras cosas porque tira mucho menos de tres. Y en sus últimas apariciones había demostrado un interesante crecimiento en jugadas de catch and shoot (recibir y lanzar). El que fuera número 1 del draft de 2010 tiene 30 años, dos menos que Westbrook, y era un jugador supersónico con una obvia dependencia de un físico del que es legítimo tener muy serias dudas, casi dos años después de su último partido. En sus últimas andanzas en Washington, pasó de buen a mediocre defensor y mejoró en su lectura de juego, aspecto en el que puede ser mejor que un Westbrook que, con todos sus defectos e interrogantes, es muy superior a Wall cuando activa su versión atómica. El problema para Washington es que esa versión requiere un juego centrado completamente en él y que el base trabajará de nuevo con Scott Brooks, que ya lo entrenó en los Thunder. Si los Wizards viran radicalmente hacia Westbrook, ¿hará eso feliz a Bradley Beal?
En Houston el asunto es similar: ¿es Jon Wall una alternativa óptima para jugar mucho sin balón si Westbrook no lo pudo ser? No lo parece. ¿Es capaz Harden de adaptarse a estas alturas a no tener él siempre el balón en sus manos? Nadie apostaría ahora mismo por ello. Con un nuevo entrenador, Stephen Silas, resulta difícil pensar que será suficiente reclamo para que Harden vuelva al redil (deportiva y emocionalmente) la llegada de Christian Wood (un jugador en clarísimo ascenso) y la reunión de la tremenda pareja de Kentucky: John Wall y DeMarcus Cousins, números 1 y 5 del draft de 2010 y dos jugadores unidos por la desgracia con las lesiones. Pinte bien o mal, y parece más lo segundo, es la única baza que los queda a los Rockets, porque la cuenta atrás lleva semanas activada en el ánimo de James Harden. Y, por lo que dice la experiencia de los últimos años en la NBA, el proceso suele ser irreversible. A ver ahora.