En agosto de 1776 el Comandante George Washington y un ejército de 10 mil estadounidenses fueron derrotados por el doble de número de británicos, quienes terminaron tomando la zona de Long Island. En la tierra que defendió el primer presidente de los Estados Unidos fue edificado un parque de pelota 117 años después para ser la casa de una de las franquicias más históricas en las grandes ligas: los Dodgers.
Aquella derrota estadounidense marcó el destino de una franquicia que en la costa este no vivió más que decepciones. Salvo por un título de Serie Mundial en 1955 Los Dodgers eran una franquicia perdedora en los momentos estelares, fueron un total de nueve derrotas en el Clásico de Otoño hasta su mudanza a la costa oeste.
La ciudad de Los Angeles cambió el rostro a la equipo, bajo el sol californiano vivieron sus años de gloria. Aunque la adaptación fue tardía y los grandes resultados tardaron en llegar, la urbe de la costa oeste y la cultura de los Dodgers se mezclaron a la perfección y se convirtieron en la marca de identidad de la población.
Grandes nombres hicieron historia desde el montículo del Dodgers Stadium, el pitcheo ha sido el sello de garantía de la organización. Desde Sandy Koufax hasta Clayton Keyshaw, la lomita, ha sido dominada por los serpentineros de los Dodgers. Un total de ocho pitchers han sido nombrados Cy Young de la Liga Nacional, que los acredita como el mejor lanzador de la Liga.
Resulta imposible hablar de la historia de la Gran Carpa sin mencionar a las leyendas del Rey de los deportes que han portado la camisola con vivos en azul y rojo. Marcados por la derrota, los Dodgers lucharon en contra de su destino para romper una sequía que no le hacía justicia a todas las glorias que esta organización le ha dado a esta disciplina.
Luego de 32 años de espera, los años dorados parecen estar de regreso en Los Angeles gracias una generación de peloteros que tenían bien definidas las necesidades de una de las franquicias con mayor tradición en las Grandes Ligas.