Comida de la Sierra del Nayar: Platillos ancestrales que perduran

Comida de la Sierra del Nayar: Platillos ancestrales que perduran

La Sierra del Nayar es mucho más que un territorio montañoso: es una despensa viva donde pueblos coras y wixaritari han conservado técnicas y recetas que preceden por siglos a la cocina mestiza que hoy se reconoce como “típica mexicana”. En sus mesas, el maíz, los frijoles nativos, los quelites y la caza menor se combinan con rituales, temporadas agrícolas y celebraciones comunitarias, dando como resultado una gastronomía que no solo alimenta, sino que cuenta historias.

Ingredientes nativos de la montaña nayarita

En la cocina serrana el maíz criollo es el eje de todo: se siembra en laderas difíciles, se selecciona por color y textura y se nixtamaliza de forma artesanal para preparar tortillas gruesas, tamales rústicos y atoles densos que sostienen la jornada de trabajo. Junto al maíz aparecen variedades de frijol nativo, calabazas de cáscara gruesa y chiles locales que se secan al sol y se muelen en metate, dando salsas de sabor profundo y rústico.
Los quelites (hierbas comestibles), hongos de temporada y raíces silvestres completan el cuadro, aportando notas herbales y terrosas a guisos de olla que cambian según la estación y la disponibilidad del monte.

Platillos emblemáticos de la Sierra del Nayar

En muchas comunidades serranas aún se preparan caldos espesos hechos con huesos, vegetales y trozos de carne de res o cerdo criollo, donde el protagonismo lo tienen el maíz, la calabaza y el chile tatemado. También son comunes las tortillas sobaqueras o de gran diámetro, que se usan como plato, cubierto y acompañamiento, y que pueden rellenarse con frijoles, queso fresco de rancho o guisos de temporada.
Durante fiestas patronales y celebraciones religiosas se elaboran tamales envueltos en hojas de maíz o de plátano, rellenos de mezclas sencillas pero intensas: masa con chile, frijol, hierbas o pequeñas porciones de carne, que adquieren un significado ritual además de gastronómico.

Técnicas ancestrales que aún se usan

Buena parte del valor de la comida serrana está en cómo se cocina: el fogón de tres piedras, el comal de barro y el horno subterráneo siguen siendo protagonistas en muchas casas. Asar, tatemar, ahumar y hornear bajo tierra no solo conservan mejor los alimentos, también aportan sabores ahumados y texturas difíciles de reproducir en cocinas modernas.
El uso del metate y del molcajete continúa vigente para moler maíz y chiles, lo que genera masas más rústicas y salsas con cuerpo, muy distintas a las obtenidas con licuadora; en muchos casos, estas herramientas son heredadas de generación en generación, y se consideran parte del patrimonio familiar y comunitario.

Dónde probar la auténtica comida serrana y cómo hacerlo con respeto

Quienes desean conocer esta gastronomía en contexto suelen encontrarla en comedores comunitarios, fiestas patronales o en casas que, de manera informal, ofrecen alimentos a visitantes y peregrinos. La clave es llegar acompañado de alguien de la región o seguir las recomendaciones de guías y autoridades locales, respetando siempre que, en muchos casos, se trata de espacios familiares y no de restaurantes formales.
Más allá de “buscar platillos típicos”, la experiencia consiste en sentarse a la mesa, escuchar las historias detrás de cada receta y comprender que muchos ingredientes y técnicas están ligados a ciclos agrícolas, rituales y creencias que las comunidades han decidido preservar como parte de su identidad cultural.

 
 

 

 

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