El 14 de agosto de 2021, el Estado de Nayarit alcanzó el pico máximo de contagios de COVID-19 tras reportar en solo 24 horas, 498 casos confirmados de la enfermedad, en una de las semanas más oscuras desde que inició la pandemia.
La vacunación apenas avanzaba en algunos sectores, las muertes se contaban en decenas y los hospitales se encontraban colapsados por la atención de pacientes graves que enfrentaban al monstruoso coronavirus.
Se vivía una tormenta que alimentaba a la tercera ola, pero que a las semanas fue en decremento hasta dejar las infecciosas aguas en calma y con casos ligeros, no sin antes imponerse estrictas medidas que dividieron opiniones entre los ciudadanos.
Llegado el mes de octubre, una nueva normalidad recibía el cobijo de los nayaritas que se habían adaptado a las medidas de prevención y abarrotaban los centros de vacunación llegado su momento.
Para noviembre regresaron los eventos, los negocios operaban con normalidad bajo el aura verde del semáforo epidemiológico que alumbraba la mayor parte del país; sin embargo del otro lado del charco un 24 de noviembre se detectaba en la llamada cuna de la humanidad una nueva variante que de las calles de Botsuana y Sudáfrica se volvería en materia de exportación.
Como si vaticinará el inició de una nueva era, la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió llamar a la mutación del SARS-CoV-2 B.1.1.529 como Ómicron, la cual a dos días de su detección fue calificada como variante de preocupación, debido a que era más transmisible incluso que el sarampión, además de presentar síntomas menos graves que podrían pasar desapercibidos entre la ciudadanía.
A las pocas semanas, esta transformación de la enfermedad comenzó a inundar distintos países, sobre todo en Europa que llevó a países como España a fortalecer la llamada “sexta ola”, y que hoy afirman pudiera contagiar al menos a la mitad del continente en las próximas semanas, de acuerdo con información de la Organización Mundial de Salud.
Para aquel momento parecía lejana la llegada de Ómicron, y tanto en Nayarit como en gran parte del país, las fiestas decembrinas se vivieron con tranquilidad, llenas de convivencia y abrazos, con negocios abiertos para las compras navideñas, así como bares y antros abarrotados por las posadas; esto a pesar de que la variante ya había sido confirmada el tres de diciembre en un hospital de la Ciudad de México.
La tos, los estornudos, la secreción nasal, la fatiga, el dolor de garganta, de cabeza, muscular, la fiebre y todos esos síntomas que hoy presenta el coronavirus, se asociaron a otras enfermedades con tal de no romper el espíritu decembrino que reinaba en los hogares de la entidad.
Pero esta manera de “bajar la guardia” como lo señaló el Secretario de Seguridad Pública en Nayarit, Jorge Benito Rodríguez fue el punto de quiebre para lo que avecinaba a la entidad.
Apenas comenzaba el año 2022, y los nuevos casos de COVID-19 comenzaron a presentar una incómoda alza a la vista de todas las autoridades que originó un incremento, esto a pesar de que el 31 de diciembre se había destacado un descenso en los contagios.
La vacunación continúo avanzando, a la par de los nuevos contagios que llevarían al 6 de enero a empañar los festejos del llamado Día de Reyes. Lo que parecía ser una nueva celebración inundada de roscas y juguetes, roció de preocupación a las autoridades locales; la Cuarta Ola ya estaba en arfada.
El Comité de la Mesa COVID determinó un primer endurecimiento de las medidas en negocios y la suspensión de clases presenciales, debido a que además del incremento de casos de COVID-19 se había confirmado el primer contagio por la variante Ómicron en la entidad.
Pasaron solo dos días, y aunque la ocupación hospitalaria se mantenía a la baja, así como se mantenían si nuevos números de defunciones a causa de la enfermedad, las estimaciones de las autoridades de Salud llevaron a un estado de alerta máximo por el cual se determinó fortalecer aún más las medidas imponiendo el cierre total de giros negros y restringiendo el horario de venta de la mayoría de los establecimiento; cancelando también las Ferias del Juguete y del Empleo, así como todos los eventos masivos en la entidad; lo cual contradijo el semáforo verde en que la federación colocaba al Estado.
“Ese color no va aunado a nuestras realidades en muchas ocasiones… tenemos que ser muy objetivos, queremos evitar un colapso hospitalario y que empiecen a presentarse defunciones, son medidas drásticas que duelen a la economía pero esta es la forma de romper la cadena de transmisión”, señaló el Secretario de Salud, José Francisco Munguía al anunciar las restricciones.
La incomodidad se había convertido en preocupación, ya que aunado a la llegada de Ómicron, Nayarit se convertía en el primer Estado a nivel nacional en registrar lo que el mundo anglosajón llamó “Flurona”, la coinfección de influenza con COVID-19.
Los números eran claros y respaldaron el accionar gubernamental, ya que tan solo en la primera semana se confirmaron 750 nuevos casos de COVID; pero para este 12 de enero finalmente la entidad superaba con facilidad su punto máximo al registrar en tan solo 24 horas 705 nuevos contagios de coronavirus, consolidando de nueva cuenta a la capital nayarita como el epicentro de la pandemia, con 443 casos detectados, superando su récord de 243 presentado en la fatídica semana 33 del 2021.
El recuerdo del colapso hospitalario regresa a la memoria de los médicos nayaritas, al ver como el Hospital General Número 1 del IMSS en Tepic y el Hospital General Número 33 del IMSS en Bahía de Banderas reportan un 100% de ocupación general; mientras que en la zona serrana el Hospital Mixto de Jesús María reporta un 75% del mismo índice.
Sin embargo, aunque se ha dicho que la variante Ómicron presenta un impacto leve, en diversos hospitales de la entidad comienzan a reportarse pacientes en camas con ventilador, debido a la gravedad de sus síntomas, sobre todo en Ixtlán del Río, donde un tercio de estos lugares disponibles ya se encuentran ocupados.
Pero aunque el panorama luce desesperanzador, hay especialistas que sitúan a la nueva variante como una posible “fase final de la pandemia”, a lo que se debe sumar el hecho de que el 80% de los nayaritas ya se encuentran vacunados con algún biológico que impide que la enfermedad se agrave, esto a pesar de que la entidad se encuentra entre los 10 Estados con una mayor tasa de incidencia.