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Hojas de ruta para una ciudadanía libre: Reformar por dolo e ignorancia

“No hay nada más espantoso que la ignorancia activa”. Johan W. Goethe.

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Desde hace treinta años, las elecciones ya no las organiza ningún gobierno. Tampoco ningún partido político. Las organizan las personas que tienen credencial para votar, otorgadas por INE, pues se hace un doble sorteo (insaculación) por el Consejo General, en un acto totalmente público, en sesión transparente. Estas personas son capacitadas para cumplir eficientemente sus funciones, que consisten en recibir, contar y computar los votos emitidos por sus vecinos y familiares que residen en la misma sección del domicilio de las y los funcionarios insaculados.

La última elección en la que el gobierno escogió las personas para atender las casillas, fue cuando la Secretaría de Gobernación organizaba las elecciones, no existía el INE; no había insaculación y quien organizaba borraba del padrón a las personas que no eran afines al gobierno, no había listas nominales con fotografía en las casillas, no había credencial para votar y las boletas no se imprimían en papel seguridad, las actas de escrutinio y cómputo, eran en papel simple; en ese tiempo el responsable de organizar elecciones era un encumbrado funcionario protegido por el gobierno actual, su nombre: Manuel Bartlett Díaz, hoy colabora en el gobierno de la 4T, como director de la Comisión Federal de Electricidad.

Por lo anterior es que la ley electoral mexicana, puso en manos de la ciudadanía las elecciones, creando un órgano profesionalizado y permanente, para que organizara con imparcialidad a la población y les capacitara para recibir y contar los votos de sus vecinos el día de las elecciones, que integrara un padrón confiable de ciudadanos en edad de votar y les diera una credencial infalsificable, con la cual identificarse, y evitar que votaran personas distintas al dueño de cada credencial.

De manera perversa se quiere meter en las mentes de la gente común, la idea de que el INE, es caro, porque supuestamente, se gasta el presupuesto en lujos o frivolidades, y que hace fraudes electorales; si se desmontara tanta mentira y desconfianza en las instituciones que el gobierno inventa, su costo disminuiría, porque se podría ahorrar al desaparecer esos mecanismos, y candados, que, en ningún otro lugar del mundo, se les exigen a las autoridades electorales.

El INE no es obeso, está cargado de funciones y responsabilidades, que se le van encomendando.

¿Porque hoy desde el gobierno se insiste en destruir y desprestigiar al órgano profesionalizado y permanente que organiza, sortea, capacita, credencializa y proporciona a los ciudadanos, las urnas, mamparas, documentos y materiales para recibir y contar los votos de sus propios familiares y vecinos? ¿Por qué si nunca había habido tantas alternancias como ahora que el INE está detrás de todas las elecciones y funciona muy bien, se quiere descomponerlo mediante una reforma improvisada e impulsada por fobias y resentimientos, fruto del desconocimiento, odio e inquina?

El Instituto Nacional Electoral nació con la misión de evitar que los gobiernos en funciones, de cualquier origen y color, metan sus manos en las elecciones y lo ha evitado exitosamente, de tal manera que en los últimos seis años es más probable ganar una elección, desde fuera del gobierno, que desde adentro, pues en el 65 % de las elecciones que organiza, triunfan partidos distintos al que está gobernando, se abrió en los últimos siete años, el periodo más fértil de alternancias en el poder, por medio de elecciones libres en toda la historia de este país.

El INE es una institución incómoda para todos los gobiernos, cuando ellos quieren usar los programas sociales para lograr simpatías electorales; es molesto cuando envía citatorios a funcionarios de los gobiernos y a candidatos y a aspirantes a cargos de elección, para que expliquen de dónde sacan fondos para dar regalos; el INE no les gusta a los políticos que actúan fuera de la ley, pues saben que si descubre los sanciona y les multa.

El INE es detestado por las personas que quieren hacer triquiñuelas y posicionar su imagen indebidamente, para así poder ganar elecciones tramposamente, y a veces lo hacen con dinero prohibido por la ley. 

¡Sí!, el INE es odiado por autoritarios y ambiciosos, así como para quienes no respetan los derechos de los demás, ni la ley, y por quienes quieren imponer su voluntad a todas las personas.

El INE es despreciado por las personas que en su ignorancia están dispuestas a vender su libertad y su conciencia, por unas monedas que quizá sean de origen ilegal.

El INE, es autónomo, no es partido político, ni sumiso a ningún gobierno, quien piense lo contrario, vive en otro planeta, ya que el INE con su trabajo, garantiza la paz social y el principio de legalidad para el acceso pacífico al poder, solo se necesita que ningún gobierno intente sacar ventajas.

La insistencia mañanera, en desprestigiar, con adjetivos a este órgano constitucionalmente autónomo, es cada vez más acentuada, y atendiendo la jerarquía de quien lo dice, parecen dichos irresponsables y con oculta intención, esas descalificaciones, son preocupación para las personas que continuamos deseando vivir en un régimen democrático, pues desde ahora se aprecia que quien descalifica, nunca aceptará un resultado electoral que no le favorezca, tal como lo ha hecho durante más de 18 años.

La obsesión mañanera por hacer un juicio sumario al Instituto Nacional Electoral, con el falso argumento de que es muy costosa su operación, parece olvidarse de cuanto han contribuido quienes durante 18 años hicieron campaña, diciendo que se hace fraude siempre y presionaron para que se establecieran procedimientos electorales complicados, barrocos, costosos y excesivos, para que nadie desconfiara, y que han encarecido nuestros procesos electorales de manera progresiva, al grado que, el resto de los países del planeta, admiran la transparencia, pulcritud y alto nivel técnico, que  tiene México con sus procedimientos de organizar la elección creíbles, confiables y  exitosas, que  todos esos países desean tener un INE.

Hemos leído y escuchado en centenares de ocasiones, que el logro más importante del actual gobierno lo constituye la erradicación de la corrupción, así lo pregona casi a diario el presidente, en su madrugador escenario de propaganda, sin embargo, el partido que lo llevó al poder es el que más viola las leyes electorales.

Los juicios sumarios que se vienen promoviendo en lo que, a veces parece, un matinal escaparate partidista, junto con la manipulación desinformada de la opinión pública, que ha devaluado el dialogo y el argumento informado y objetivo en las redes sociales, constituyen auténticas ejecuciones y fusilamientos públicos, propios de otros regímenes distintos a la democracia, que lo hacían también físicamente.

Desmontar y destruir al órgano electoral, es la ruta de la alteración de la paz pública de este país, es ahondar la animadversión social, es un juego peligroso, peor que jugar con fuego.

Las cosas, las personas, las instituciones y los proyectos se califican por sus méritos, en apegarse a sus atribuciones de ley, no por los humores que se alimentan con ocultas intenciones de beneficio partidista.

Se ha buscado amedrentar a la autoridad electoral, con múltiples declaraciones mediáticas de reformar la ley correspondiente, se ha denostado, vilipendiado, calumniado y defenestrado, hasta el cansancio a las y los consejeros electorales, por no ser abyectos y sumisos al poder. ¡Pero que quede claro! El INE solo tiene lealtad con la ley y la Constitución, no con personas, grupos o partidos; esa es la independencia e imparcialidad que no debe perder, ni debemos permitir que se le arrebate.

¿Pero de qué manera debemos pensar, cuando es oficial y gubernamental la lengua que calumnia y falta intencionalmente a la verdad, mentir es una forma de corrupción de las personas, que no debería permitirse, ¡En nadie!, mucho menos en quienes ostentan alta investiduras por cargos de elección popular.

El cerebro que maquina mentirosamente, abre la puerta para dar paso franco a bellacos y truhanes, para lograr sus propósitos oscuros, con la intención de sembrar dudas, sobre la imparcialidad, independencia y apego a la ley, o a lo que la ley ordena hacerse, no solo está destruyendo, sino que también pone en riesgo a todas las personas que prefieren la vida en legalidad.

Las blancas vestiduras de incorruptibles, con que se han arropado algunos de los miembros del partido hegemónico y el oficialismo, no logran ocultar su verdadera intención, para crear un régimen autoritario, cuando una a una, han ido cayendo en su destructiva obsesión, las instituciones que reivindican derechos humanos fundamentales y que son de corte democrático; esa destrucción compulsiva de los avances logrados por la sociedad civil del país, en los últimos, cuarenta años,  denota una finalidad oculta no democrática.

Hoy por hoy, el Instituto Nacional Electoral, con su trabajo en los últimos años, ha logrado que lo único incierto sea saber quien va a ganar una elección, pues nadie puede anticipar por quién votarán en las urnas las personas, pero existe la plena certeza de que los votos depositados en las urnas, serán respetados, contados y muy bien contados, porque los cuentan sus propios vecinos, organizados y capacitados por el INE.

Quién es capaz de creer que lo que urge en nuestro país es una reforma que destruya al INE, olvida que los problemas reales son la impunidad, la discriminación, la inseguridad, la desigualdad y la ignorancia.

¿Urge una reforma electoral? Creo que al pueblo sabio y prudente, no le urge.

¡Hasta la próxima! Y muchas gracias por sus comentarios.

Contacto: eduardomtrujillo59@gmail.com

violeta

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