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“La calle es mi casa, las drogas y el alcohol mi consuelo”

"Cuando era niño, una niña que me gustaba me dijo ¡mugroso muerto de hambre!, yo le creí y desde entonces dejé de estudiar, al poco tiempo comencé a vivir en la calle, donde encontré mis verdaderos amigos", señaló Isaías Zepeda al narrar su historia de vida.

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A la edad de los 8 años el niño Isaías Zepeda Acuña, se dedicaba a cantar en los camiones del Servicio Urbano que recorrían las calles y colonias de la ciudad.

Con cierta nostalgia, Isaías refiere que uno de sus éxitos era Camelia La Texana, canción que era interpretada en esos años por los Tigres del Norte.

En la actualidad Isaías Zepeda Acuña tiene 34 años de edad y por diversas razones, en este momento  se encuentra sumergido en las garras del alcohol y las drogas, sobrevive pidiendo la moneda en las calles de la ciudad y por las noches se reúne con un grupo de amigos que pernoctan a las orillas del río Mololoa.

 De acuerdo a los declarado por Zepeda Acuña, cuando él estudiaba la primaria, en el salón de clases una niña de su edad que le gustaba para que fuera su novia, le grito; “¡Mugroso muerto de hambre! ¡no te me arrimes! ¡no me gustas! te he visto gritando en los camiones, tú no cantas lárgate… ¡me das asco!”.

Ante esta ofensa, el niño Isaías salió corriendo del salón del clases para nunca más volver, al pasar el tiempo, Isaías empezó a consumir “mariguana y alcohol”, un día  abandonó el seno familiar y fue cuando decidió vivir en la calle:

“Aquí en la calle me encontré con verdaderos amigos, aquí en la calle mis amigos si me comprendían, todos consumíamos alcohol y mariguana, nos sentíamos libres de pecado, nos sentíamos guapos y sin cadenas, nadie nos decía nada. Pero al pasar los días me olvide de mis padres, de mis hermanos y me dedique solo a tomar, me dedique al desmadre, a la pachanga, a la fiesta y un día sin darme cuenta mi cuerpo ya no era el mismo, vestía ropa sucia y desgarrada, mis amigos se fueron muriendo uno a uno, pero la calle seguía siendo mi casa, dormía en cualquier banca, cuando despertaba sentía que la cruda me mataba y empezaba a pedir la moneda para comprar más alcohol y más motita, la gente es gente buena, la gente es noble y sí me socorrían, pero todo lo que me daban me lo gastaba en alcohol y mariguana y así pasaron los años, mi cuerpo se empezó marchitar, llegue a dormir con un perro como mi único compañero, me quede solo, ya no tengo amigos, mis padres ya murieron, mis hermanos no me buscan porque soy una carga para ellos y aquí seguiré; la calle es mi casa, las drogas y el alcohol son mi consuelo”.

Isaías Zepeda,  explicó que él nunca pensó en formar una familia: “hace años tuve una novia pero no logre hacer vida a su lado, vivimos tres meses juntos, pero no nos entendimos, al pasar el tiempo como que ella vio que yo no iba a cambiar y me abandonó, se fue con otro hombre… creo que se fue a la ciudad de Tijuana, pero eso fue hace como 15 años, desde entonces vivo solo porque cuando ella me abandonó  regrese a las calles a seguir tomando, yo tomo alcohol todos los días, no puedo dejar de beber, muchas veces he intentando dejar de beber y no puedo, soy  borracho y borracho moriré, para mí ya no hay remedio, creo que mí destino es la soledad y el dolor, yo sé que dentro de poco tiempo llegará esa de negro esa a la que todos le temen cuando llega”.

En esos momentos las pupilas verdes de Isaías se pierden en el infinito y con lagrimas en los ojos reflexiona: “le creí a ella cuando me dijo que era un mugroso muerto de hambre”, baja la mirada, se retira de la grabadora y sigue pidiendo la moneda en las esquinas de la avenida Proyecto y calle San Luis.

violeta

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