En 2018 se asociaron para impedir el triunfo de Miguel Ángel Navarro Quintero. Unos se mantenían en sus asientos en la nave del aventurerismo. Otros configuraron las líneas de acción del “fuego amigo”. Hoy actúan en ambos bandos como suponiendo que ganando ganan y perdiendo, también ganan.
Esos socios, hace tres años contrataron a un pequeño grupo de jóvenes aficionados al “grafiti” para realizar “pintas” con la leyenda: “AMLO sí, Navarro no”. Esos jóvenes no eran (ni lo son), militantes de un partido u otro. Sencillamente son jóvenes que recibieron un (pobre) pago por realizar su actividad, sin saber lo que realmente hacían. Necesitaban un poco de ingresos y de esa forma los obtuvieron.
Obviamente, el origen del financiamiento de esas (ilícitas) actividades se mantuvo perfectamente oculto de los rigores fiscalizadores del INE. En este proceso eleccionario, esa anémica sociedad “anónima” sigue financiando actividades electorales al margen de la ley. Ahora actúan en varios frentes con la intención de mantener privilegios y para seguir en el juego del poder.
Es interesante saber que los integrantes de ese frente común, representaban un solo interés: el de ellos a nivel personal. Tampoco creían en la figura de Andrés Manuel López Obrador; unos se mantenían como aliados aparentes y otros decidieron hacer de tripas, corazón. Sabían que era muy difícil que López Obrador perdiera las elecciones, pero soñaban con la derrota de Navarro Quintero para asegurar un posicionamiento en el plano local.
Esos personajes constituyen una banda heterogénea, pues tienen orígenes sociales disímbolos y formaciones “políticas” en extremo diferentes. Unos tienen una larga historia en la actividad política y otros son prósperos diletantes de la política “partidista”.
Solamente que esos “aliados” son en extremo problemáticos, pues continúan en la lógica del “voto diferenciado”. Como muestra de su oportunismo, plantean llamar al voto por un partido para el caso de un cargo, y para otro para el caso de otro cargo. En algunos escenarios definen sencillamente su prioridad: votar por un partido para un cargo y dejar en libertad para que voten por cualquier partido para otro cargo.
Por su parte, el candidato a la gubernatura por la coalición “Juntos Haremos Historia”, Miguel Ángel Navarro Quintero, llama a comprometerse con el “voto en cascada”, por una sola marca, por las mismas siglas, o por las de los aliados en las que se postula a candidatos de manera conjunta.
En el proceso electoral en curso, numerosos actores se han desplazado en ese escenario plano. Algunos, con toda razón, han cambiado de domicilio político dado que no se les han satisfecho sus aspiraciones. Eso ocurre sin que lo impidan frenos aparentemente ideológicos. Algunos se muestran tenaces, aferrados a sus banderías porque las mismas les siguen redituando ganancias personales. Se trata de la privatización de las siglas.
Esa privatización de siglas con las que se les reconoce a los “partidos”, tampoco es una novedad en este caso. Antes ya se han manifestado esos fenómenos: algunas siglas obedecieron a lógicas familiares, otras a dinámicas endogámicas y otras a la potencia de pequeñas camarillas que apenas recuerdan la mayor obra de Charles "Lucky" Luciano.
Ahora vemos desesperados a los mismos personajes que hace tres años intentaron impedir el triunfo de Navarro Quintero. En estas elecciones, esos personajes han promovido asociaciones que antes combatieron sujetos a la divisa más simple y perniciosa: “El enemigo de mi enemigo, es mi amigo”. En realidad no tienen amigos ni enemigos, sino intereses personales. A los “nuevos amigos” no les interesa ni la Patria, ni las Instituciones, ni la Democracia: les interesa el poder de sus cuentas bancarias.
Ahora, Navarro Quintero, una vez más, pone a prueba su capacidad de movilización y de convocatoria. Ya lo ha hecho en anteriores ocasiones. En anteriores momentos ha mostrado que puede ganar elecciones, a pesar de las peores adversidades.
Lleva ventaja en las encuestas. Esa condición puede llevar a sus detractores a recurrir, en su desesperación, a prácticas parecidas a las que han usado reiteradamente en casos análogos. Los mismos actores de sagas semejantes han empezado a dar señales de que van a proceder de la manera que más conocen: el uso de lodo para dañar la imagen de quien consideran su “enemigo”, que en este caso, es Navarro Quintero.
Se trata de una mezcla heterogénea en cuanto a las edades y formación académica, en cuanto a las trayectorias políticas, condiciones económicas y sociales. Los une el cemento de la frustración, el resentimiento, la amargura y la ambición desmedida: así es el perfil de los “enemigos” del doctor Navarro. Entre todos ellos constituyen una banda que pueden ser considerados “enemigos” gratuitos.
El doctor Navarro se ha mantenido en la línea original. Desde 1997, año en el que es postulado a una diputación federal, se mantuvo en la línea política que privilegia lo social, la busca de condiciones de equidad y de un mínimo piso parejo. Eso le facilitó su cercanía con López Obrador.
Solamente que López Obrador se convirtió en el enemigo de quienes intentaron utilizarlo para lograr sus metas personales. En parte lograron su propósito, pues la debilidad electoral que han mostrado contrasta con la potencia de sus ambiciones personales. Ahora, los “nuevos amigos” se han asociado en un intento por cerrarle el paso, no solamente a López Obrador, sino al mismo Navarro Quintero. Por eso, los enemigos de Navarro y López Obrador, ya preparan el lodo con el que van a combatir en la contienda electoral en curso.
Los “enemigos” de Navarro y AMLO han vivido del esfuerzo ajeno, del trabajo impago. Han utilizado a figuras públicas a las que explotan de manera inmisericorde y a las que luego les dan la espalda.
No hay duda que Navarro Quintero sabe de las intenciones lodosas de sus latentes detractores. Realmente poco es lo que le preocupa el caudal de mentiras que puedan inventar sus “enemigos” gratuitos.
El candidato a la gubernatura sabe que quienes lo conocen, dan fe de su integridad. Las mismas personas que conocen de la integridad de Navarro, conocen la esférica corrupción de quienes lo intentan desacreditar.
No extraña para nada, ver que se sostienen en su afán los promotores de aquellos mensajes con los que adornaron la ciudad en 2018. La verdad es que la edición de 2018, de la divisa “AMLO sí, Navarro no”, tienen una nueva edición de esos lodos en este 2021: “AMLO no, Navarro menos”.
No obstante, los “enemigos” de Navarro y AMLO, van contracorriente y por eso es que prefieren tirar la piedra y esconder la mano. Esconden la mano, pero ya se sabe quién es cada uno de ellos. Son ñoños, bisoños, diletantes de la política, pero desbordadamente ambiciosos. No obstante, ahora están metidos en una carrera contra el tiempo, contra su propia historia y contra el sentido común. Esta vez, otra vez, los aventureros y anodinos profesionales del lodo, están condenados al fracaso.