Al parecer están dadas las condiciones para que este día se ponga en marcha el juicio por el segundo impeachment al polémico ex presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, quien en contraste con el largo proceso que tuvo que enfrentar anteriormente, está cimentado en un suceso reciente ocurrido, como se recuerda, en el Capitolio de la capital del país el pasado 6 de enero, cuando luego de una manifestación convocada por el propio entonces mandatario para reclamar que se revisara la elección presidencial que insistía haber ganado, un numeroso grupo de sus simpatizantes irrumpió en el recinto para intentar tomarlo por asalto propiciando un enfrentamiento que dejó saldo de tres personas muertas, entre ellas un agente de la policía.
Su implicación está casi por completo basada en una experiencia que muchos de los senadores que ejercerán de miembros del jurado vivieron muy de cerca aquel día.
El artículo del impeachment dice que el atentado fue incitado por el presidente, “una multitud irrumpió en el Capitolio, hirió a personal de las fuerzas de seguridad, amenazó a miembros del Congreso y al vicepresidente, interfirió en el deber constitucional solemne de la sesión conjunta [de las dos cámaras del Congreso] de certificar el resultado electoral y realizó actos violentos, mortales, destructivos y sediciosos”.
“Los congresistas demócratas, así como algunos republicanos, creen que Trump incitó la insurrección y debe pagar por ello, si no con la destitución de un puesto que ya no ocupa, sí al menos con el estigma de la solemne reprimenda y, si los legisladores lo aprobaran en otra votación una vez hallado culpable, con la prohibición de volver a concurrir a la presidencia”.(El País 08/02/21).
La idea de quienes han encontrado en este último capítulo de la novela su final feliz para tomar una especie de venganza hacia el vilipendiado presidente, es dejarlo impedido de que se postule para un nuevo periodo en 2024, y la determinación final la tiene el Senado estadounidense que ya en una ocasión votó en contra de la procedencia del impeachment.
En este contexto, cabe recordar que en diciembre de 2019, el mandatario republicano fue acusado en la Cámara de Representantes por "abuso de poder" y "obstruir el buen funcionamiento del Congreso" luego de ser acusado de pedirle a Ucrania que investigara presunta corrupción vinculada a su rival demócrata y actual presidente electo Joe Biden, a cambio de desbloquear una ayuda militar crucial para el país en guerra.
El Senado, con mayoría republicana, lo absolvió el 5 de febrero de 2020 tras dos semanas de juicio.
Ya anteriormente a ese proceso hubo otros en la historia del país de las barras y las Estrellas siendo que todos siguieron el mismo desenlace, la absolución.
El más reciente fue Bill Clinton, el 42º presidente de EE.UU., quien fue procesado tras ser acusado de perjurio frente a un gran jurado y de obstrucción de la justicia, después de que mintiera sobre la naturaleza de su relación con la pasante Mónica Lewinsky, a quien presuntamente le pidió que mintiera.
En diciembre de 1998, la Cámara de Representantes votó por 228 a 206 a favor de enjuiciar a Clinton por la primera acusación, y 221 a 212 por la segunda.
Para esa época, el nivel de aprobación popular de Clinton como presidente era 72%.
Y cuando el caso llegó al Senado, en 1999, la acusación estuvo lejos de conseguir los dos tercios de votos que necesitaba para concluir en condena.
"En su prisa por destituir al presidente, (los congresistas republicanos) nunca se detuvieron a pensar si las acusaciones podían ser probadas más allá de cualquier duda razonable", se lee en un análisis publicado por la BBC en aquel momento.
El caso del otro presidente de EE.UU. llevado a juicio político fue el 17º, Andrew Johnson, quien ocupó el cargo por dos períodos a partir de 1865.
Fue procesado por la Cámara de Representantes en 1868, solo 11 días después de que destituyera a Edwin Stanton, su "ministro de Guerra", quien no estaba de acuerdo con sus políticas.
A diferencia de Clinton, sin embargo, Johnson se salvó por muy poco: los dos tercios en el Senado no se alcanzaron por un solo voto.
No todos apreciaban a Johnson, pero el senador por Iowa James Grimes justificó su apoyo diciendo: "No puedo aceptar destruir el funcionamiento armonioso de la Constitución solamente para que nos podamos deshacer de un presidente inaceptable".
El republicano Richard Nixon, en 1974, prefirió renunciar para evitar una destitución por parte del Congreso a causa del escándalo de Watergate.
Trump ha reiterado que su discurso de aquel día ante miles de simpatizantes, a quienes alentó a marchar hacia el Congreso con el mensaje de que le robaron la reelección, tuviera algo que ver con la violencia que estalló poco después.
"Analizaron mi discurso, mis palabras y mi párrafo final, mi oración final, y todos pensaron que era totalmente apropiado", dijo Trump a periodistas.
“Los hechos que se juzgarán en el Senado se centrarán en buena medida en la jornada del 6 de enero, pero abarcarán también los 77 días anteriores, desde que el presidente Donald Trump perdió la reelección por un margen de más de siete millones de papeletas y 74 votos en el Colegio Electoral. Trump no admitió su derrota y pasó los siguientes dos meses difundiendo teorías conspiratorias sobre fraude electoral. Entre el 3 de noviembre, día de las elecciones, y el 6 de enero, fecha en la que sus seguidores asaltaron el Capitolio, el todavía presidente y su equipo interpusieron 62 demandas ante los tribunales para tratar de invalidar el voto en Estados en los que perdió. Fracasaron todos los casos, menos uno, en el que un tribunal de Pensilvania accedió a acortar tres días el plazo que tiene los votantes para corregir errores formales en sus votos, sin repercusión alguna en el resultado.
Además de lo acontecido en el interior del Capitolio, saldrá probablemente a relucir en el juicio lo que sucedía al mismo tiempo al otro extremo de la avenida de Pensilvania. En la Casa Blanca, el presidente Trump lo veía todo en directo por televisión, sin hacer nada para detener el ataque. Le acusan de rechazar las solicitudes de desplegar a la Guardia Nacional. Finalmente, mientras los asaltantes estaban en el edificio, difundió un vídeo en el que insistía en las acusaciones de fraude electoral y les decía a los asaltantes: “Los quiero, pero es hora de irse”. Todo ello lleva a los llamados gestores del impeachment, los miembros de la Cámara baja designados para ejercer de acusación en el juicio del Senado, a concluir que Trump es “responsable de manera singular” de los eventos del 6 de enero. Así lo establecen en su memorando para el juicio, que concluye: “Si provocar una revuelta insurreccional contra la sesión conjunta del Congreso tras perder una elección no es una ofensa merecedora de impeachment, es difícil imaginar qué lo puede ser”.
La defensa de Trump en el juicio tiene previsto centrarse en buena medida en “objeciones procedimentales”. Argumentarán, según ha adelantado uno de los abogados a Reuters, que un expresidente no puede enfrentarse a un juicio por su impeachment una vez fuera del cargo. “Planeamos ganar el caso gracias a un puñado de objeciones procedimentales”, explicó el letrado Bruce Castor, que considera que el juicio es “inconstitucional”. La línea de defensa se ajusta al parecer expresado por los senadores republicanos, que abrumadoramente consideran que la Cámara alta carece de competencias para juzgar a Trump una vez fuera de la presidencia.
Para que sea declarado culpable, sería necesaria una mayoría cualificada de 67 de los 100 votos de la Cámara. Esta se encuentra dividida 50 a 50, de modo que haría falta el voto de 17 senadores republicanos para condenar a Trump.
El 13 de enero la Cámara de Representantes aprobó este segundo impeachment de Trump por el cargo único de “incitación a la insurrección”. El 25 de enero remitían el artículo del impeachment a la Cámara alta, lo que activa la segunda parte del proceso: el juicio en el Senado, que arranca este martes. Así que habrá que estar muy pendientes de esta nueva historia que se estará escribiendo y ya se verá en que termina.
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