Bueno pues llegamos a la nochebuena, y mañana celebraremos la navidad; francamente amigos y amigas, un año verdaderamente atípico, nadie imaginó el 18 de marzo del presente año 2020, fecha en que iniciaron las medidas preventivas para evitar en lo posible ser alcanzados por la entonces nueva epidemia convertida luego en pandemia, llamada coronavirus, o sars cov 2, hoy conocida esta pandemia por el acrónimo de COVID-19, que algo que parecía cosa de días para eliminarlo de la vida de los pobladores del mundo, llegara tan lejos, tanto así, que hoy noche buena y mañana navidad, la situación sigue peor que al inicio, con negocios devastados, hombres y mujeres sin empleo, estudiantes a los que las enseñanzas no les han llegado por la falta de recursos para pagar la renta de internet, y miles, muchos miles de fallecidos, oficialmente más de 120 mil, pero extraoficialmente, probablemente el doble cuando menos.
No cabe duda que el Grinch, ese personaje fabuloso y que se usa en las películas, cuya característica principal es que odia la navidad, y que siempre está intentando arruinar los festejos de quienes la celebran, con todo y lo que hemos vivido en los nueve meses, nomás no pudo ganarle al espíritu navideño, ese espíritu que todos, o que cuando meno la mayoría traemos dentro, ya sea porque nuestros padres nos lo inculcaron, o bien, porque esta fecha invita al amor, a la convivencia, a la paz.
Y miren que entre las cosas que logró el mitológico Grinch, fue la no celebración de posadas, una tradición que practicamos todos los mexicanos, fiestas previas a la fiesta de nochebuena; también evitó este Grinch, los convivios propios de estas fechas entre familiares, la compra de regalos en forma acostumbrada, esto por la falta de dinero, la falta de ingresos de miles de familias, también nos golpearon con la partida de miles de seres queridos, tanto de la familia, como amigos o compañeros de trabajo.
Pero aquí estamos, llegamos al 24 de diciembre del 2020, y aunque parece que los mexicanos seguiremos siendo manipulados fácilmente por nuestra forma de ser, y esto lo digo porque ustedes son testigos que las calles de Tepic, los negocios, las tiendas de regalos, los restaurantes, los bares, entre otros muchos lugares, están llenos al máximo, llenos a más no poder, usted sale a la calle aquí en Tepic, y verá aglomeraciones navideñas como las que vio el año pasado en estas épocas, con la salvedad del cubre bocas, no en todas las personas hay que aclararlo, así que esta indolencia es la que usan algunos personajes para movilizar con facilidad a ciudadanos de mente tan sencilla, tan dócil, que no valoran sus acciones, ni el peligro de realizarlas.
Aun así, no estamos perdidos del todo, se avizoran cosas buenas, como la llegada de una ridícula cantidad de vacunas contra el COVID-19, tres mil vacunas para ser exactos, que en un país de 120 millones de habitantes, sabe para quién vaya a servir, pero ahí está ya la vacuna salvadora, la que aun sin aplicarse, la población siente que ya con su aparición se acabó todo peligro.
Pero bueno amigos y amigas, la navidad es una época que nos hace sentir felices, sigamos pues siendo felices, olvidemos por unos días, las cargas, las amarguras, los dolores que sufrimos al perder familiares, la maltrecha economía, y sigamos cuidándonos en nuestra integridad, en nuestra salud, en las responsabilidades que tenemos.
Y por otra parte y aunque se trata de celebrar la natividad del Señor Jesús, con alegría, con regocijo, tampoco se trata de entrarle al alcohol con todas las ganas del mundo, y tampoco al consumo de comida tan sólo porque es navidad, en un país de obesos, tengamos los cuidados preventivos antes de llegar a la hipertensión, y a la diabetes, entre otras malas cosas.
Y a propósito de confinamiento, ya que muchos solo nos podemos ver en forma virtual o sea a la distancia y mediante las redes sociales, hoy por la noche si el mundo se conectara a un micrófono mundial y el sonido saliera también por una bocina mundial, seguramente la frase que se oiría durante todo el día y parte de la noche, sería, la que todos conocemos desde niños: “ ¡feliz navidad!.
Y en efecto, ¡Feliz Navidad! La cristiandad, el cristianismo empezó visiblemente con el nacimiento de aquel niño en una noche que posiblemente no era un 25 de diciembre, pero eso es lo de menos. A los tres siglos el cristianismo había crecido en todo el imperio romano y más allá de sus fronteras. No por una decisión del emperador Constantino, contra lo que se lee en muchos libros doctos, sino porque los cristianos, los creyentes en la divinidad de aquel niño, hijo de una virgen judía llamada Miriam/María, formaban una comunidad intensa, capaz de engendrar esta “invencible obstinación” que tanto ofendía al ilustre Plinio el Joven, pero que proporcionaba inmensos regalos espirituales. El factor principal del crecimiento de la comunidad (Iglesia=asamblea) fue el esfuerzo unido y convencido de aquellos hombres y mujeres, cada día más numerosos, para invitar a sus amigos, parientes, vecinos a compartir “la buena nueva”. “¡Nos ha nacido un salvador!”. No se multiplicaron los cristianos por la decisión de Constantino de convertirse; él se convirtió porque se dio cuenta de que los cristianos formaban la comunidad religiosa más numerosa y dinámica.
Unos 2020 años después de esa Navidad, quizá 2016 o 2017, porque parece comprobado que Jesús nació tres o cuatro años antes de nuestro año 0 de la era cristiana, los sociólogos hablan del “regreso de lo sagrado”, de “la revancha de Dios”, y los nietos de los anticlericales sinceros, de los liberales que asustaba la enorme dimensión de la Iglesia, se preocupan. Ese “regreso” obviamente vale para el islam y también para el judaísmo, pero no es lo mismo para las naciones antiguamente cristianas. Hasta se puede hablar, para las iglesias católicas, protestantes, ortodoxas de una erosión, desestabilización, creciente abandono de la práctica visible, la única que se puede medir.
Lamentablemente en la sociedad de consumo, en la que a menudo poseemos más de lo que necesitamos, la costumbre de ofrecer regalos sirve mayormente a intereses comerciales, los obsequios inmateriales no son, de ninguna manera, superfluos, sino de gran valor", y realmente es lamentable que no resulten tan frecuentes como debieran.
Quizás regalar lo inmaterial (si nos olvidamos de hacerlo durante el año que termina podemos prometerlo, y cumplir, de ahora en más) obligue a pasar por un síndrome de abstinencia mientras sanamos de la adicción al consumo.
Y es que amigos y amigas, la navidad también hace que veamos que las celebraciones materiales no son iguales para todos, por un lado tendremos a los que tirarán la mitad de la cena navideña que pusieron en la mesa para gusto de obesos comensales que hartos de todo lo que degustaron en abundancia, dijeron ya no más, pero en el otro lado de la calle o quizá de la misma acera, tendremos a los que hurgarán en la basura a ver si encuentran algún bolillo en buen estado para echarle unas mordidas, esto es sólo por el lado material, porque les quiero decir que tenemos una faceta todavía peor, y me refiero al lado familiar, al lado humano, a esa parte que nos hacer recordar nuestra soledad, nuestra falta de amistad con nuestros propios hermanos, nuestra orfandad de cariño, no de parientes, sino de no tener a la mano esos sentimientos que nos hacen olvidar que si bien en el mundo hay maldad, todavía existe la familia que nos aguanta todo.
Así que en esta navidad, tendremos a esos miles de bienaventurados que le darán un abrazo, a su madre, su padre, sus hermanos, sus hijos, su esposa, o esposo, sus tíos, primos, etcétera, mientras que en el otro lado de la mesa, tendremos a esos que entrarán en depresión porque no tienen a ese familiar con el que gustosamente intercambiarían algunas pequeñas palabras de aliento, de recuerdo, de añoranzas, y hasta de contradicción.
En fin, amigos y amigas, tengan ustedes una feliz navidad, que el Niño nacido, sea considerado admirable, consejero, Dios fuerte, y príncipe de paz, por todos nosotros…feliz navidad